Lo que es y lo que no es Petrocaribe

Lo que es y lo que no es Petrocaribe

POR ARTURO MARTÍNEZ MOYA
El de Petrocaribe era un tema que había dado por concluído, pero dada la sensibilidad del señor Embajador de Venezuela, quién a cabalidad cumple su papel de defensor del Convenio, y como me creo con una función de combate a cualquier indicio de disminuir el libre pensamiento y expresión de ideas, sin importar que se intente en nombre de la filosofía de derecha, del centro ó de la izquierda, creo necesarias algunas precisiones.

Defiendo el derecho que tiene su Excelencia, Francisco Belisario Landis, de justificar un convenio comercial, que a todas luces aporta beneficios comerciales a su país, instrumento que al mismo tiempo podría emplearse para que República Dominicana obtenga préstamos en condiciones muy blandas. Como demuestro más adelante, lo primero estaría asegurado y el financiamiento a República Dominicana en cambio está condicionado.

En su posición yo haría lo mismo, aúnque posiblemente no lo relacionaría con el concepto de seguridad energética, porque el país que no tiene con que pagar no logrará los volúmenes, tampoco con el de integración, porque en Petrocaribe no se plantean cambios profundos ni ligeros en las estructuras impositivas de ambos países, condición indispensable para la existencia de un libre mercado, para que se dé la armonía social cuando se produce el intercambio de bienes y servicios entre individuos y naciones, así como lo planteara inicialmente Walras, quién conceptualizó y describió de manera analítica por primera véz un mercado libre.

Pero también defiendo el derecho y la obligación que tiene cualquier dominicano de opinar de forma diferente, sin miedo a nada ni a nadie tratar de desentrañar objetivos, hacerlo con dignidad y sin que nadie diga que sospecha. Las opiniones en favor y en contra son necesarias, contribuyen a esclarecer lo que es el Convenio, a saber en lo que estamos metido, y posiblemente a un equilibrio petrolero, a una paz y a una armonía caracterizadas por un buen acuerdo entre venezolanos y dominicanos, para citar la intuición que tuvieron Adam Smith y Montesquieu, cuando planteraron el asunto de la mano invisible. Se requiere que las cosas sean dichas como en realidad son, para que el consumidor de combustibles no se confunda, para que no se forme falsas expectativas, para que no se vaya a creer lo que no es. Es decir, hay que valorar Petrocaribe tomando en cuenta el conjunto de la economía, para a tiempo llamar la atención de cualquier tendencia equivocada, y evitar que se convierta en obstáculo para su buena ejecución. La Bolivariana es una revolución a la que hay que darle tiempo para que los Venezolanos principalmente evalúen sus resultados, su filosofía es hermosa, pero sus líderes deben cuidarse de no ejercer al revés una especie de macartismo que tanto daño le hizo a los Estados Unidos en los primeros años de la guerra fría, específicamente entre 1950 y 1954.

Vamos al grano. Dónde ha estado la falta de orden y claridad? En la afirmación repetida de que República Dominicana se “ahorrará quinientos millones de dólares anuales ó más”. Los consumidores de combustibles dicen, con mucha razón, que si hay un ahorro de esa magnitud, es porque el gobierno de Venezuela está otorgando precios especiales, y que el gobierno dominicano se está quedando con la rebaja, lo que es injusto, que debería pasárselo al pueblo.  La verdad debe ser dicha, con el lenguaje que entiende el pueblo, en realidad no hay tal ahorro de quinientos millones de dólares, porque República Dominicana está pagando, y pagará siempre, el precio internacional. La factura petrolera de República Dominicana será alta con y sin Petrocaribe, los consumidores no deben esperar que Petrocaribe les reduzca el precio que pagan en el mercado local por las gasolinas, gasoil y gas licuado de petróleo. 

En cuanto a que Venezuela asuma el transporte de crudos y derivados, no es que se rechace la idea, porque bajo determinadas condiciones no significaría costo adicional alguno para República Dominicana, el asunto está en el argumento que se usa, que nadie que yo conozca ha podido entender. Lo que se dice es que por aqui andan unos mafiosos que desvían los energéticos procedentes de Venezuela, pero sin decirse quién ó quiénes los desvían, hacia dónde los desvían, ni con qué propósito se hace el desvío. Además, y hasta donde se sabe, en el mundo no ha habido escaséz (por lo menos en los últimos años) de crudos y derivados, los productos han estado disponibles en Venezuela, el Golfo de los Estados Unidos, en europa, en el medio oriente, a todo aquel que los pague según la cotización internacional, de modo que desde ese punto de vista no se entiende qué se gana con el desvío. El argumento fuera entendible si la oferta de crudos y productos a nivel mundial estuviera limitada, y República Dominicana fuera uno de los beneficiarios de un sistema de cuotas privilegiadas, pero ese no ha sido el caso, y se supone no lo será en el futuro, a pesar de que se afirma que al reinado del crudo se le ha fijado un limite de tiempo.

Otro punto. Como República Dominicana siempre le ha pagado a Venezuela el precio internacional, carece de sentido el interés que se ha manifestado de controlar el destino final de lo que se les compra. Si fueran crudos y productos con características muy específicas, se podría entender el celo, pero no es el caso. Si República Dominicana quisiera malgastar recursos, por ejemplo, tirando al mar parte de los crudos y productos que compra a Venezuela, la acción llamaría la atención, pero al final se acepta como una decisión soberana de un país loco, claro siempre que no produzca daños ecológicos. Incluso, si Venezuela llegare a financiar parte de lo que se tira al mar, tampoco debería preocuparle a nadie, porque se ha establecido que el financiamiento es hasta cincuenta mil barriles al día, algo menos del cincuenta porciento del consumo total nacional.

Lo anterior viene a cuento porque, y repito, no se entiende (si alguien lo entiende que me lo explique) el argumento de que a Venezuela le preocupa el desvío de sus energéticos, como si se tratara de un regalo ó de productos adquiridos con descuentos. Creo que conviene hablar claro, sin sofisma, con un verbo comercial, aúnque se mantenga el discurso diplomático, porque en definitiva Petrocaribe es un negocio que podría convenir a ambas partes. Es necesario decir al pueblo dominicano, con claridad meridiana, que Venezuela quiere el transporte de los combustibles que vende, que ha cambiado su política comercial, que ha pasado de un precio fob puerto Maraven, por ejemplo, a un precio cif puerto Haina, República Dominicana. Que si no se acepta la nueva condición, entonces no hay préstamo de quinientos millones de dólares a los precios actuales de sesenta dólares el barril. De ser esa la posición, no pasa nada, seguiriamos comprando crudos y derivados a Venezuela, como siempre pagando el precio internacional, un negocio que a ambos países les interesa.

En materia de comercio, los cambios de política son entendibles, y cuando se trata del ofertante de productos naturales, cuya existencia es en cantidades limitadas, como es el caso, es un derecho que se ejerce de manera soberana, porque la idea es maximizar los ingresos que se generan. Para los dominicanos, la actitud de Venezuela con el transporte de sus combustibles es perfectamente entendible, pero debe hablarse claro, sin excusas. El pueblo entenderá que se trata de un toma y daca, que el flete y el seguro marítimo es el precio que República Dominicana debe pagar para beneficiarse del préstamo de Venezuela, porque es la manera como el hermano país del sur podrá compensar y más que compensar, en el corto y largo plazo, los intereses que dejará de recibir por el financiamiento blando que nos concede. República Dominicana, por su parte, nada perdería porque se trataría de un cambio de transportista, de Shell a Venezuela, claro siempre que, y como explicamos más adelante, el costo del flete sea por lo menos igual al costo que actualmente pagamos.

Otro beneficio de una explicación clara al pueblo dominicano, es que contribuye a obtener el necesario respaldo social para que Shell entienda que se trata de un asunto de Estado, que de por medio hay financiamientos en condiciones muy blandas, recursos que podrían invertirse en sectores económicos y sociales de rentabilidad positiva en el mediano y largo plazo. Todos los sectores, empresarios, políticos y el pueblo llano, estarían detrás del gobierno frente a un posible conflicto legal internacional, porque no hay que olvidar que Shell está apegada a un contrato que en realidad no está en vigencia, porque la multinacional se encargó de violarlo, pero que el Estado Dominicano falló en denunciar de manera formal, pero ahora la oportunidad podría ser de Shell, de ponerlo en manos de árbitros internacionales, así lo como lo establece con claridad el mencionado contrato cuando se trata de diferencias entre los socios. 

 Después de lo comentado, y si fueramos a resumir Petrocaribe, diríamos que se trata un Convenio mediante el cual, en el corto plazo, Venezuela aumenta su comercio y sus ingresos con República Dominicana, porque ya no sólo nos venderán crudos y productos puestos en Venezuela, también se encargarán de su transporte a Haina, y lo harán de manera exclusiva. Al mismo tiempo, es un instrumento mediante el cual ese país hermano nos podría prestar dinero fresco en condiciones ventajosas, dependiendo del precio del petróleo en el mercado internacional. En el largo plazo, Petrocaribe podría significar un aumento del comercio de República Dominicana hacia Venezuela, si es que llegamos a pagar parte de la deuda que se irá acumulando con bienes y servicios dominicanos, los que eventualmente se venderían a precios internacionales. Pero esa es otra historia.

Si se llegara a preguntar a Gary Backer, premio nobel de economía en 1992, en el corto plazo cuál de los Estados resulta beneficioso, estoy seguro que la respuesta sería que es necesario aplicár cálculos de costos/beneficios. Siguiéndo al economista, en el artículo que publicamos el pasado lunes concluímos que en el corto plazo el ganador es Chávez-Venezuela, y la razón fue simple, en el Convenio existe una asimetría, Venezuela monopolizará el flete marítimo, estamos hablando de millones y millones de dólares anuales, y sin importar que el precio del petróleo sea alto ó bajo, en cambio, República Dominicana recibiria financiamientos sólo si el precio del crudo es alto.

Es cierto, a sesenta dólares el barril, Venezuela financiará, a un plazo total de veinticinco años, incluyendo dos años de gracias, y al 2 por ciento anual, veinticuatro dólares por barril, que en un año llegaría a cuatrocientos treinta y ocho millones de dólares. Los treintiseis dólares por barril restante, República Dominicana deberá pagárlo noventa días después de recibido el embarque, lo que es un beneficio para el fisco, porque el gobierno podrá decirle a Shell que los pesos se congelen en una cuenta bancaria ganando un interés con el que se queda el fisco. Pero resulta que a menor precio, por ejemplo a treinta dólares el barril, el financiamiento desaparece, y mientras tanto Venezuela se mantendría como transportista de crudos y productos hacia República Dominicana. Cualquiera estaría tentado a decir, bueno ya pasó la época de precio del petróleo relativamente bajo, lo que podría ser y no ser cierto, porque después de todo se trata de un estimado de expertos, que viven equivocándose, y no son los únicos, también los guruses se equivocan, basta con citar los casos Keynes y Taussig, la depresión de 1929 los agarró fuera de base, y Keynes de manera específica perdió su capital familiar, cuando se desplomó la bolsa de valores mientras él pronosticaba lo contrario.

Como la transparencia es el corazón de la competencia en cualquier mercado, y partiendo del principio de que si conozco tu práctica y la de otros, estoy en condiciones de hacer cálculos racionales, advertí al gobierno dominicano que debía tener claro que para evitar pérdidas, con motivo de Petrocaribe, es necesario asegurar que al final se pague un flete marítimo que no supere el costo promedio actual por barril transportado, por lo que mi recomendación fue que se debían hacer números y plantearle a Venezuela el flete máximo por barril transportado que estaríamos en condiciones de aceptar. Habría que investigar en Refidomsa, pero tengo entendido que el flete promedio que se paga actualmente es de unos cinco dólares más un dólar con quince centavos de seguro, de modo que el total es de seis dólares con quince centavos en el puerto de Haina. Si el número se confirma, sería ese el costo total (flete más seguro) inicial que como mucho se debería pagar a Venezuela, porque como diría Nash, el matemático un poco raro, al que le dieron el nóbel de economía en los años sesenta, por su aporte con la teoría de los juegos, lo que el gobierno dominicano debería buscar es un equilibrio estratégico.  

Me cuento entre los pocos economistas dominicanos que han mantenido el criterio en los últimos años, de que Shell ha monopolizado el transporte de combustibles hacia República Dominicana, que se ha creído o ha hecho creer de manera inteligente, que se trata de una recompensa que le ha otorgada el Estado Dominicano, sin que nadie sepa porque razón se lo ha creído. La falta de transparencia ha llegado al extremo de que no existen estadísticas oficiales creíbles, donde se pueda leer lo que realmente cuesta transportar a República Dominicana crudos y derivados del petróleo al final de cada año, el dato que recibe la Secretaría de Industria y Comercio, el que utiliza para fijar los precios semanales de los derivados, nunca llega con el debido detalle.

En época de globalización y cuando la palabra transparencia es de uso contínuo, es increíble que todavía se tenga la obligación de creer en el dato que Shell envía a la Secretaria de Industria y Comercio, sin la oportunidad de analizar los detalles. Shell no podría explicar jamás la razón por la que ninguna compañía, llámese Esso, Texaco, Isla ó cualquier otro intermediario en el mercado local, en el pasado no haya podido participar en el transporte de combustibles hacia República Dominicana, a pesar de todos los intentos que hicieron.

Shell no ha ofrecido, digamos, capacidades únicas en el manejo marítimo de los productos, tampoco está tomando riesgos que otros no tomarían, entonces no podría justificar los ingresos adicionales que ha obtenido por el monopolio en el transporte marítimo. Además, hace tiempo que el Estado Dominicano debió decirle a Shell, que sus beneficios serían provenientes sólo del proceso de refinación, y que de manera inconsulta se adueño del transporte marítimo de crudos y productos, por lo que no existe compromiso en ese sentido, y que su capital, que lo ha recuperado cientos de veces, lo invirtió para refinar crudos y no para importar.

En cuanto a lo primero, Petrocaribe podría ayudar al Estado Dominicano a poner las cosas en su justo lugar, pero siempre que no se trate de un quitate tu para ponerme yo, del simple paso de un monopolio privado a un monopolio estatal, porque estaríamos en lo mismo, para no decir que la dependencia podría ser incluso más preocupante, porque entraría en juego otro país en lugar de una multinacional. Los monopolios, sin importar el apellido, no son transparentes, es una de sus características, y el consumidor de combustibles, el que paga el transporte marítimo, exige que haya transparencia, necesita saber, cuando compra en una estación de combustibles, cuánto está pagando por flete marítimo, y no sólo que el crudo y las gasolinas cuestan tanto en el mercado internacional.

Como resúmen de todo, si Venezuela se queda con el transporte de crudos y derivados, no debería ser un monopolio, el Estado Dominicano con sus técnicos es el que debería tomar las decisiones soberanas fundamentales, tales como el momento que debe llegar el embarque, las cantidades y otras características específicas. También se debería tener la flexibilidad de seleccionar, cuando las circunstancias convengan, otras alternativas de flete y seguro.

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