Lo que esperamos en estos 4 años

Lo que esperamos en estos 4 años

POR JOTTIN CURY HIJO
El período constitucional que se inició este último 16 de agosto ha generado grandes expectativas en la sociedad dominicana. La deficiente gestión de gobierno que finalizó, que contribuyó al empobrecimiento de la inmensa mayoría de la población, constituye la causa fundamental de que la población haya cifrado tantas ilusiones en el Presidente Fernández y el PLD.

Si bien es verdad que el actual mandatario fue prudente durante su campaña y en su discurso de juramentación, en el sentido de revelarle la verdad al país sobre lo que encontró, no menos cierto es que a pesar de su cautela las esperanzas se han incrementado como nunca antes, producto de la desmoralización  colectiva.

Todos estamos conscientes de que las circunstancias actuales no son las mismas del  1996, en las que se heredó unas finanzas saneadas y tanto la economía norteamericana como la nuestra crecían anualmente. Ahora la situación es completamente distinta; no vivimos la bonanza de los años de Clinton y no se ha recibido la cosa pública de manos del Dr. Balaguer, cuyo celo por los fondos públicos era realmente admirable; por el contrario, la actual administración está recibiendo un país endeudado hasta los tuétanos y con un entorno internacional adverso.

Sin embargo, las perspectivas  son actualmente más elevadas que nunca, a pesar de la comprensión general de la crisis que padecemos. ¿Qué espera la población? No aguarda milagros, pero sí alberga el deseo de que disminuya el costo de la vida, se estabilice la moneda y la inflación, se reduzcan los apagones, la delincuencia y la corrupción. Basta con estabilizar estos aspectos y algunos otros que por razones de espacio no voy a enumerar.

Ahora bien, ¿qué ocurriría si la situación económica se deteriora y no se alcanzan metas esenciales como las antes apuntadas? Sencillamente caeríamos en la crisis de las organizaciones políticas, en la pérdida de confianza total en los partidos políticos, algo similar a lo que ha estado sucediendo en Venezuela en el transcurso de los últimos años. Lo que está en juego va más allá del simple triunfo de una gestión de gobierno, del éxito de una agrupación partidaria. Estamos agotando las últimas posibilidades de la mal llamada democracia representativa, de que se desmorone un sistema de gobierno convertido en América Latina en etapas sucesivas de depredaciones.

El discurso pronunciado por el Presidente Fernández en la Asamblea Nacional ha abierto un compás de espera, toda vez que ha señalado con singular  destreza los retos que tenemos que afrontar en los próximos cuatro años.  Su disposición de disminuir el gasto público, eliminar la factura consular y cualquier clase de dispendio en la administración pública son medidas saludables. Asimismo, reconforta el anuncio de que finalmente terminará la inveterada y perniciosa práctica del «borrón y cuenta nueva», que únicamente ha servido para estimular la impunidad entre nosotros. Lo que sí hay que deplorar es que no se haya borrado de un plumazo unas cuantas Secretarías de Estado totalmente inútiles, y haber designado uno que otro dinosaurio ya marcados en su Administración anterior como hipócritas y algo más.

Si en esta ocasión no materializa su promesa de «sacudir fuertemente el árbol de la democracia para que caigan al suelo sus frutos podridos», nos espera un futuro incierto. No basta con el «deseo de que cada dominicano se acueste con el estómago satisfecho antes de dormir», también es preciso aliviar ese apetito inmaterial que es consustancial a la naturaleza humana: me refiero a la sed de justicia. En consecuencia, el actual mandatario debe realizar, en la medida de lo posible,  un esfuerzo por colmar las urgentes necesidades materiales de los desposeídos sin descuidar la incineración de esos frutos podridos que deben caer cuando se remueva vigorosamente el árbol de nuestra democracia.

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