Lo que le pedí a la vida  para mis hijos en la Noche Vieja

Lo que le pedí a la vida  para mis hijos en la Noche Vieja

Que descubran que hay un hogar grande, el Hogar Planetario, que está hecho de una casona muy grande, la Tierra, en un vecindario muy grande, el Universo, en la que habita una familia muy grande, la Humanidad, a la que pertenecen todas las personas que han existido, existen y existirán y que conocen y no conocen. Porque cuando acepten esa idea sentirán que son habitantes de la Tierra, no de un pedacito de ella, y que pertenecen a la Humanidad y no a un grupo de ella. Entonces, nada que dañe a la casa y a la familia de todas las personas pasará desapercibido y todo lo que las proteja será profundamente significativo para ellos.

Que descubran y aprendan a escuchar a sus conciencias y que acepten la idea de que la Conciencia debe ser ese espacio existencial donde nos conectamos con el Hogar Planetario.

Que acepten que ser bueno no es ostentarlo ni parecerlo, es ejercer la bondad, o sea, desear, buscar y amar en la Persona Humana lo fraterno, lo generoso, lo solidario, lo libre y lo justo, así como la búsqueda de la igualdad y la equidad. Por ello, traten de descubrir que pueden encontrar la felicidad a través de no aislarse del resto de la Humanidad y en la forma en cómo se entregan a los demás, sobre todo cuando buscan el bien para los que más lo necesitan y luchan por ello.

Que acepten que la honradez no es un producto mediático ni una herencia invertebrada, que ni es un ropaje ni una pose, que no es la propiedad de una marca, que no es decoración de exteriores ni talante para la cobardía y que la honradez no existe sin patriotismo. Que asuman que la honradez es compromiso, es riesgo, valentía, es darse a los demás, que es saber sufrir cuando ella misma, la honradez, es despreciada, ridiculizada, ignorada o castigada.

Que acepten con humildad que la ignorancia no es mala porque la sabiduría es saber que falta mucho por saber y que lo importante al procurar conocimientos es conocer a quienes sirven o des-sirven y que esos conocimientos son propiedad de la Humanidad que fue quien los construyó y los acumuló.

Que descubran que donde hay amor nada hará falta y que el perdón es el rostro más honesto del amor.

Que descubran que la esperanza no es una fuerza pasiva, que es compromiso, lucha, persistencia y resistencia, por lo que es verdad lo que decía Agustín el santo: tiene dos hijos, la ira y el valor.

Que acepten la idea de que deben y pueden ser mejores cada día, que esa es una tarea de todos los días y que la calificación final al resultado de ese empeño la debe poner la propia conciencia y que frente a ese veredicto poco importa lo que piensen o digan los demás sobre todo si es lisonja.

Que la Paz es el respeto al derecho ajeno y a la diversidad humana, así como la protección, desarrollo y mejoría de los espacios de lo público.

Que el valor de lo que damos está en darlo sin que nos lo pidan y que la mejor medida de lo que damos está en que sea mejor de lo que hemos dado con anterioridad.

Que acepten que el trabajo y la felicidad deben ir de la mano, por lo que debe apasionarles procurar trabajo de calidad para todos y todas e igualar las oportunidades de lograrlo para generar riquezas medidas por el grado de protección social y la satisfacción de las necesidades de las personas, las familias y las comunidades.

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