Lo que más importa

Lo que más importa

La vida y el valor del hombre no consisten en la abundancia de bienes y riquezas que posee. (Cuán difícil es aceptar esta verdad! Vivimos en un mundo secular y secularizante, donde el «dios dinero» ha permeado nuestras vidas, tratando por todos los medios a nuestro alrededor de desvirtuar el propósito y plan de Dios en nosotros.

Ha calado tan fuertemente el refrán popular: «El que nada tiene nada vale», que mucha gente se siente muy triste y deprimida cuando no posee los bienes o adornos más allá de lo básico que desea. Es por ello, que nuestra sociedad tiene tantos problemas sociales y morales, precisamente, por la ausencia de valores basados en los principios bíblicos de la Palabra de Dios.

Procedo de una familia numerosa y trabajadora de clase media, cuyo ejemplo de trabajo ha sido el norte en mi vida, donde se nos predicaba con el ejemplo de parte de mis padres, los cuales nos inculcaron que más importante que el dinero lo era la paz de caminar con la frente en alto, aunque anduviésemos con unos zapatos gastados o con ropa heredada del hermano mayor.

Cada uno de nosotros desea vivir la vida al máximo. Sin embargo, muchas veces erramos en tomar las decisiones correctas. Siempre que nos dejamos guiar por el pecado y el mundo que se pierde, estamos en peligro de perder algo de inapreciable valor, poniendo en compromiso y peligro nuestra relación espiritual con Cristo.

El mundo nos ofrece con sus «luces de colores» atracciones pasajeras que llenan nuestros ojos y sentidos, que pueden llegar a afectarnos a tal punto que algunos seríamos capaces de hacer daño a quien sea con el objeto de lograr lo que son nuestros deseos. No obstante, te puedo asegurar que nada de lo que hay en este mundo puede llenar el espacio espiritual que está reservado para Jesús. Ese vacío interior que todos llegamos a tener es como una pieza faltante de un rompecabezas del alma. Esa pieza faltante es del tamaño de Cristo. El es la única fuente de contentamiento y paz para nuestra alma. Y es que, mientras Cristo tiene vocación para darnos el verdadero gozo a nuestras vidas, la vocación del mundo es la de producir tristeza, dolor, frustración y, sobre todo enemistad con Dios, porque los valores del mundo son opuestos a los valores de Su Reino.

La Palabra de Dios nos habla de un rey que asumió el trono de Israel, el poder fue suyo con apenas 14 años de edad, su nombre es Salomón. El pudo haber pedido a Dios luego de su investidura salud, larga vida y reinado, dinero, fama, reconocimiento o cualquier otra cosa atractiva a un mortal. En su relación con Dios, le pidió algo que nuestros gobernantes necesitan urgentemente al día de hoy, él pidió sabiduría.

«Y se le apareció Jehová a Salomón en Gabaón una noche en sueños, y le dijo Dios: Pide lo que quieras que yo te dé». «Y Salomón dijo:… yo soy joven, y no sé cómo entrar y salir… Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo».

«Y le dijo Dios: Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio, he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, tanto que no ha habido antes de ti otro como tu, ni después de ti se levantará otro como tu» (1 Reyes 3: 5-9, 11-12).

Dios tiene riquezas espirituales y materiales para aquellos que son sus hijos. Lo maravilloso de sus riquezas es que son eternas. Hay una clave en todo y consiste en establecer correctas prioridades en nuestras vidas. Un versículo de la Palabra de Dios nos señala cómo deben ser nuestras prioridades: «Más buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mat. 6:33). El cuidado de su alma, su sustento diario, y la salvación eterna que Cristo ofrece están disponibles para usted, gratuitamente, si usted le confía a El su vida, sus anhelos y deseos más profundos.

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