Lo que no queremos acabar de entender…

Lo que no queremos acabar de entender…

Con el Presidente Fernández de vuelta tras su viaje por Suiza y la India, donde compartió con algunas de las mentes más brillantes de la actualidad, el país se apresta para continuar sus afanes con la esperanza de que el retorno del Jefe del Estado signifique pronta o más intensa atención del gobierno a las tensiones que andan presagiando un agravamiento del clima político.

Entre tantas urgencias resultantes de la inflación importada, el atascamiento de soluciones por incompetencia gerencial en ciertos estamentos, la creciente impaciencia de los interlocutores sociales, en vez de comentar hoy alguno de estos apremios cuya remediación se requiere para ayer, quiero referirme a algo que ojalá la comitiva presidencial haya captado.

Se trata de cómo tanto en Suiza como en la India, con sistemas económicos y políticos tan disímiles, la mayor parte de los líderes empresariales, políticos y académicos que tuvieron oportunidad de conversar con el Presidente Fernández son el resultado de meritocracias basadas en la educación.

Los principales empresarios que acudieron a Davos a su peregrinación anual de intercambio intelectual son mega-ricos que llegaron a donde están compitiendo a brazo partido con gente tan brillante como ellos mismos. Los académicos están en la cúspide de la sociedad del conocimiento.

¿Qué posibilidades hay de que algún empresario o académico dominicano vaya a un lugar como Davos a aportar más que a nutrirse del ambiente? Que vaya el doctor Fernández como Presidente es entendible, justificable y casi necesario, pero la presencia dominicana allá era más que nada política, de búsqueda de oportunidades.

La tragedia dominicana radica en que la inmensa mayoría de los padres y madres que no exigen mejor educación para sus hijos, pese a que apenas reciben 2.3 horas diarias de clase en las escuelas básicas públicas, se preocupan poco por ello porque no ven al aprendizaje, a la academia, como una manera de mejorar sus vidas.

En vez de una sociedad en que el avance social y económico sea facilitado por la educación, lo anhelado es tener un hijo pelotero o músico, político o militar, rifero o comerciante. Las ocupaciones que requieren de más estudios no garantizan mejoría social o económica. Pregúntenle a los médicos…

Una meritocracia basada en la excelencia académica es excelente receta para romper el círculo vicioso de la pobreza. Si no aprendemos la lección, ¡pobre de nosotros!

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