Sobre el Artículo 30 de la nueva Constitución no se ha dicho que la despenalización del aborto terapéutico pudo abrir una llave que permitiera a comerciantes del aborto justificar crímenes con el apelativo de terapéutico, lo cual pudo inducir a los legisladores y la iglesia para insistir en una prohibición que pudo evitarse con un simple reglamento para la calificación de un aborto como terapéutico.
Tampoco se ha dicho que la legislación aprobada da un espaldarazo al comercio con los abortos, porque a lo prohibido se le pone mayor precio y cuando la mujer haga, como lo hace y lo hará siempre, uso de su autodeterminación reproductiva, si no cuenta con dinero suficiente acudirá a personas con impericia que frecuentemente provocan complicaciones mortales.
En mi libro Mis días de frío (1979) existe un capítulo titulado Aborto: Humor y tragedia donde parecería que debuté como profeta si revisamos lo que ha pasado ahora con este tema.
Allí dejaba claro que la decisión final sobre un aborto, era DE LAS MUJERES, sin importar Constitución, sociedad, familia, esposo, amante, novio, amigos, enfermedad o paridad y lo radical de ese concepto lo expusieron dos de ellas cuando una dijo: Si quedo embarazada no me lo saco por nada ni nadie, yo no mato un hijo mío y la otra: Ahora no puedo embarazarme, así que el que no quiera joderse, que no me caiga adentro.
Lo anterior es una simple demostración de que fue fútil y estúpido agotar tantas energías intelectuales colocando en la Constitución algo que nadie respetará, confirmando por qué ese documento se ha ganado el calificativo histórico de pedazo de papel.