Son tantas las pesadumbres, preocupaciones y angustias de uno u otro tipo que padecemos de una u otra manera en cada momento, que la felicidad pareciera que es solo el recuerdo de buenos momentos porque en ellos solo recordamos lo positivo y lo adverso, o fue resuelto o se quedó atrás. Es tradición que al quedar vencido el “año viejo” se pase un balance de lo que ocurrió pero también es apropiado identificar todo aquello que se nos ha cargado para el viaje: lo que no se resolvió y nos empuja al Nuevo Año con bultos pesados en lo externo e interno. Dicen que el ser humano es el único capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. Difícilmente un animal – los que nos van dejando – choque más de una vez con un mismo obstáculo. Por miles de años no hemos aprendido a solucionar nuestros desafíos, personales o globales, de otra forma que no sea la violencia. Año tras año afloran guerras y masacres en cuya esencia encontramos, generalmente, la ambición y avaricia acompañadas de la incapacidad de pensar en soluciones negociadas. El 2019 pone en el bulto para el Nuevo Año las ambiciones hegemónicas que provocan guerras y crisis económicas que impactan nuestras vidas individuales llenándolas de zozobras.
En el plano global, con cruda manifestación en la esfera regional, se encuentra la quiebra del orden democrático que dejó de ser el “poder del pueblo” convirtiéndose en escenario de exclusión, marginalidad y desigualdad. Resultan retóricos aquellos que se preguntan el porqué de las explosiones de iras populares vividas en Latinoamérica, prueba fehaciente de sus incapacidades para dirigir en un contexto de justicia social y respeto a derechos humanos plenos y no que resalten solo aquellos derechos que interesan para garantizarse el poder y la impunidad.
Un acontecimiento de gran impacto global ha sido la confrontación de EEUU con China, aterrorizado por la realidad de tener que compartir liderazgo. El choque de dos titanes económicos mundiales estremeció la economía global poniéndola al borde de otro cataclismo económico cíclico. Terminando el año parecía la guerra comercial se encaminaba por buen camino de negociación pero sin muchas esperanzas de que se cree una estabilidad sustentable porque la intolerancia estadounidense se basa en “amenazas” que visualiza el “establishment”, más que en posiciones de uno u otro partido. La incertidumbre económica global deja en América Latina un 2019 con apenas un crecimiento –más bien comportamiento- económico de solo 0.1% acentuándose aún más la desigualdad y acumulando más insatisfacciones. La RD fue el tercer país con mayor crecimiento en la región con 4.8%, según CEPAL, pero igualmente arrastra la carga de forjar mayor institucionalidad, niveles de competitividad, profundización de lucha contra la pobreza y diseñar estrategias contra las consecuencias del cambio climático. En el país, como en todo el mundo, quedó pendiente un consecuente escenario de respeto a la mujer, a sus derechos y a su propia vida.
Seguimos siendo testigos de cómo en muchos países, que se consideran ejemplo de democracia, la clase política pone por encima del interés nacional y la decencia política los intereses partidarios.