Lo que puede ser nuestra salvación

Lo que puede ser nuestra salvación

Definitivamente, todos los cálculos indican que no hay posibilidad de concretar una reforma fiscal que conlleve a una reducción significativa del déficit consolidado a menos del 3% del PIB y un techo de la deuda del 50% del PIB.
Esto sería posible con una reforma brutal y el momento no está para eso, partiendo de que en dos años hay elecciones presidenciales y la campaña comienza antes de finalizar este año.
Por más esfuerzos que haga la DGII para reducir la evasión fiscal, aunque esté al mando de un economista relativamente joven, pero serio y responsable hasta la tambora, es insignificante lo que puede conseguirse en términos de mayores ingresos.
Porque a los grandes evasores nadie los mete presos.
Reducir la evasión fiscal comienza a tener sentido cuando se generalice y se baje el ITBIS, se reduzca el ISR y se elimine la doble cotización a la Seguridad Social.
De esa manera miles de empresas que operan en la informalidad podrían integrarse al mundo de los contribuyentes y las que son formales, pero evaden el IRS, lo pensarían dos veces si la penalidad por evadir es más costosa que pagar los impuestos como Dios manda.
Eso sí, hay que penalizar mucho más fuerte al evasor bajo este nuevo esquema impositivo. Y meter preso a unos cuantos jureles para que sirva de escarmiento. Así los ingresos se disparan.
Pero todo esto es un espejismo.
Entonces ¿Qué es lo que puede salvarnos de no caer en una insostenibilidad fiscal en unos pocos años?
Explotar un sector que genere muchos más ingresos en divisas e impuestos que todos los demás juntos.
Me refiero a la minería. Es necesario impulsar las inversiones en este sector sin dejar de lado los requisitos ambientales que en estos casos son fundamentales.
Pero no podemos seguir soñando ni dejar que el ambientalismo se convierta en una obsesión y en un medio de protestas políticas. Como dicen los expertos en la materia, los recursos se conservan mejor cuando se explotan racionalmente.
¿Cuántas montañas del país no se han esquilmado para cortar leña o sembrar frijoles y otros rubros agrícolas?
¿Cuantos ríos no se han secado por la tala indiscriminada de bosques en las mismas fuentes de agua que los alimentan?
Nadie se alarma por eso. Pero cuando se habla de una explotación minera, que está avalada por las autoridades y tiene su plan de conservación aprobado, hay una alarma general. Los ambientalistas se movilizan, aunque muchos de ellos lo hacen sin tener una puta de idea del proyecto que atacan.
Solo porque alguien le dice que ese proyecto minero será una catástrofe, pero sin ninguna evidencia para demostrarlo.
El Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales debería atraer empresas mineras que se interesen en invertir en el país y no esperar a que ellas vengan. Además, debería agilizar los procesos de otorgamiento de permisos para esas explotaciones eliminando toda esa burocracia que solo busca como pescar en río revuelto.

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