Lo que refleja el espejo

Lo que refleja el espejo

“La lucha contra la corrupción en el país no es tarea fácil, porque muchos corruptos suelen ser personas que ostentan grandiosas cuotas de poder y riquezas que les sirven para comprar el silencio de quienes conocen sus delitos y hasta su libertad, si es necesario.”
La elocuente radiografía que desnuda la realidad política actual que corroe la medula del tejido social dominicano y la frágil vulnerabilidad institucional que padece el sistema judicial y sus actores, es extraída de la primera página del periódico Hoy del jueves 1º. de febrero. Bien pudiera ser atribuida a un estudioso politólogo o sociólogo experimentado que han consumido gran parte de su tiempo en escudriñar y desentrañar los males que aquejan a nuestra sociedad que muchas investigaciones y encuestas nacionales e internacionales sitúan con ventaja como el país que ocupa los primeros lugares donde florece el fenómeno la corrupción y la impunidad que marca con sus garras la permisibilidad y complicidad de sus autores.
Todavía tal denuncia pudiera atribuírsele a un líder o dirigente político opositor que aspira llegar al gobierno o quizás, con mayor propiedad a algún vocero de la Marcha Verde, movimiento que representa todo un pensar y sentir de un colectivo social de múltiples facetas, hastiado de tanta podredumbre.
Pero en un país donde “na e na y to eto”, nada debe sorprendernos. La moral y la dignidad ruedan por el suelo. Y resulta que aquella magnífica filípica proviene de un autor insospechado: del pundonoroso Magistrado Procurador General de la República, Dr. Jean Alan Rodríguez, que acusa “a sectores que intentan desacreditar las investigaciones de corrupción” celosamente realizada por su Despacho y a seguidas la emprende contra los jueces de todo el espectro judicial, a quienes exhorta para que “cumplan su rol como manda la ley y exige la sociedad.” ¡Fabuloso!
¿Hay algo más que decir? Tiene toda la razón el Magistrado Jean Alan al hacer su tremenda denuncia que siendo soberbia, no alcanza lo celestial. Volteemos la página y qué nos trae el discurso: Brasil, Panamá, Perú, Ecuador, Colombia en todas partes donde Odebrecht plantó sus garras, son investigados, apresados, sometidos y condenados “pejes gordos”: presidentes, ex mandatarios, altos funcionarios de esas naciones que de una manera u otra se han visto involucrados en el escandaloso escándalo de Odebrecht. Y aquí, donde “no están todos los que son ni son todos los que están”, ¿qué ha pasado? Los reos condenados salieron sonrientes de su acomodada prisión, y al Procurador Fiscal se le extiende un plazo de ocho meses para profundizar las investigaciones y agenciarse las pruebas pertinentes que estando bien cerca, tocando su puerta, espera que caigan como maná del cielo, de países extraños en bandeja de plata para ayudarle a despejar aquellas dudas mortificantes y hacer posible que los jueces, revestidos de dignidad, honren la toga.
Si asomamos la realidad que vivimos a un espejo solo veríamos reflejada una caricatura propia de un espejo cóncavo-convexo que desdibuja y desnaturaliza la imagen de la justicia.

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