Lo que se puede y no se puede ni se debe hacer

Lo que se puede y no se puede ni se debe hacer

Teófilo Quico Tabar

“En el origen del juicio político se encuentran los instintos propiamente humanos, o mejor dicho, las inclinaciones nacidas de la naturaleza del hombre como si estuvieran injertadas en el corazón”. Algunos pensadores cristianos desarrollaron este tema partiendo del juicio de valor moral que se hallan en acción en la conciencia común de la humanidad, de que no son juicios planteados en virtud de razonamientos y de demostraciones explícitas, sino de juicios por modo de inclinación. Y un ejemplo que ofrecen de ello es la manera cómo el hombre primitivo descubre la justicia en actos y situaciones concretas. No captando el valor de una manera abstracta, pero teniendo una intuición del mismo, como algo que satisface su razón o cuya violación le choca.

A la filosofía o la ciencia política le corresponde fundamentar o justificar lo que el conocimiento por inclinación capta de una manera emocional. También distinguir entre lo que es inclinación sana e inclinación pervertida o mal concebida, como por ejemplo: en las sociedades primitivas, los prisioneros de guerra eran considerados como enemigos y los trataban como esclavos, y hasta como desechos de los que debía deshacerse el resto de la humanidad.

El papel de la filosofía política no solamente consiste en denunciar determinados procedimientos, sino en explicar porqué suceden. “Si la filosofía desempeña un papel crítico y juzga el comportamiento moral de los hombres apoyándose en argumentos, y su juicio vale lo que valen los argumentos, en un sentido más profundo, es juzgada en sí misma”. “Cualquier hombre virtuoso e ignorante de la filosofía, puede juzgar a un filósofo moral si éste enseña reglas de conducta erróneas”.

Lo que cabe considerar en este caso, no son los argumentos, ni tampoco la moralidad media de los hombres en un momento dado, sino el progreso realizado por la conciencia común en tal o cual estado de cultura. Porque en este estado de crecimiento colectivo, no son ya los filósofos los que desempeñan el papel principal, sino aquellos que Bergson denominaba los “héroes, los sabios y los santos”.

Los juicios por inclinación también tienen importancia fundamental en la política, sobre todo en el ejercicio del poder. No es absolutamente necesario ser filósofo, sabio o erudito para tener un buen juicio político, pero es absolutamente necesario estar acorde con las reglas fundamentales de la vida humana, y especialmente con las reglas de la vida común, de la vida en sociedad.

La convicción política se comporta como una especie de fe, no religiosa orientada a lo trascendente, sino un compromiso orientado a la obra común de la sociedad terrestre. Una convicción en que no solamente la inteligencia sino también el corazón, estén decididamente comprometidos.

El significado que reviste para la comprensión del juicio político y lo que éste requiere, es la adhesión común a un cierto número de principios prácticos dentro de un marco de referencia que obligan a cumplir entre lo que se puede y no se puede ni se debe hacer.

 

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