Lo que seremos

Lo que seremos

Somos lo que nuestros padres han puesto en nosotros. Lo que nuestra composición psicológica, genética, biológica nos aporta en algo que se llama personalidad. Somos con nuestro entorno, por más que, de cuando en vez, queramos separarnos de él. Somos, aunque en menor medida, un nombre, un género, un rol que jugamos con otros.
Somos en mucho, nuestra biografía. Y eso determina que nada del pasado puede separarse de lo que nos define. No podemos hacer otra cosa que responsables del pasado que fue dejando huellas, en bien y en mal en nuestra identidad. Ser fieles a ese pasado es inevitable. Pero el pasado no debe ser una atadura, porque somos si queremos seguir siendo, si queremos superar las aburridas definiciones que nos hacemos de nosotros mismos.
Todo tiene sentido si nuestra personalidad es empresa de futuro, si construimos un proyecto, si en vez de ser la estatua de sal, nos disponemos a trascender nuestra propia historia. El pasado deprime. El futuro da ansiedad; pero si construimos con lo que tenemos hoy, si hacemos, entonces lo que hemos sido nos apuntala, nos dispara, nos fortalece. El futuro deja de ser una incertidumbre si hacemos. Y el pasado, deja de ser una carga, si fieles a él, dejamos de mirarlo como una atadura o un reclamo. Aprendemos más cuando desaprendemos. Cuando soltamos amarras, cuando entendemos que cada hora, de cada día, de cada semana, de cada mes que antes pasó es el tiempo que ahora y de más en más será el mañana que nos hará mejores (o peores). Ninguna libertad es merecida desde el lamento. Ningún ejercicio de fortaleza, de seguridad en nosotros mismos, es viable desde el miedo.
Lo importante no es ser es querer seguir siendo. Lo importante no es la etiqueta si no el libreto de lo que seremos. Y es que, sobre todo, somos, si hacemos. La pasividad que se presenta en la contemplación, la añoranza, la indignación o el lamento, son nuestras ataduras. La acción que nos lleva al momento siguiente, el constante movimiento, nos va perfilando tanto o más que los que nos vino dado.
Funciona para las personas, pero también para las instituciones, y sobre todo para el país. El mes de la patria, que empieza esta misma semana, traerá la reflexión de qué somos. Unos seguirán con su legado de sangre, guerra y dolor. Los que pronostican, desde su manifiesto desprecio y pesimismo por el país querrán insistir en las etiquetas y su visión analógica y binaria del mundo. Su propuesta de odio.
No es lo que fuimos lo que importa, es lo que seremos. En un mundo que se acelera, que se abre camino, no sin retos y contradicciones, puede ser uno con un legado mucho mejor que el recibido. Somos lo que hacemos. Dispongámonos con entereza a construir, desde lo personal y desde lo colectivo un país de paz, dispuesto a lo justo, y con el mismo sentido de esperanza que los que nos soñaron. Ese país que cree. Ese país que crece. Ese país que sabe ser solidario y dispuesto. Sin odios, resentimientos, ni discriminación. Un país de personas libres. Respetuoso de su propia humanidad.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas