Todo está en la cabeza, incluido el aspecto físico, muy determinado por nuestros sentimientos y emociones. Si uno se siente avergonzado de su peso, entonces, difícilmente podrá adelgazar, más bien al contrario.
Tanto es así que las personas que han sido discriminadas por su sobrepeso, tratadas con falta de respeto o que, simplemente, se sienten mal con su físico debido a la presión de los estándares sociales, tienen seis veces más de posibilidades de sufrir obesidad que el resto. Esta es la conclusión de un nuevo estudio dirigido por investigadores del University College de Londres y publicado por El Confidencial y que ha sido publicado en la revista Obesity.
No importan las intenciones, buenas o malas, pues el simple hecho de recomendarle a alguien con sobrepeso que se prive de un dulce que está comiendo, sólo provocará que aumente su ansiedad y sus ganas de comer impulsivamente.
El factor emocional es crucial a la hora de engordar o adelgazar, por lo que la inestabilidad ejerce una fuerte influencia en el sobrepeso. Mente y cuerpo son un continuum, por lo que los cambios en uno afectan al otro y viceversa, siendo el aumento o reducción de la masa corporal uno de los efectos más visibles.
La inestabilidad emocional ejerce una fuerte influencia en el sobrepeso
La investigación coordinada por la psicóloga y nutricionista Sarah Jackson incluyó una muestra de más de 3.000 personas con sobrepeso, de entre quienes se dedujo que llamarlas gordas era parte del problema, no de la solución.
El estudio señala que desde las campañas contra la obesidad, los apelativos «gordo» o «gorda» deberían evitarse en la medida de lo posible, pues hacen que la gente se sienta culpable y sufra alteraciones psicológicas que aumentan sus posibilidades de seguir engordando. Un círculo vicioso del que es muy complicado salir.
Menos culpabilizar y más animar. La propensión a ganar peso de las personas avergonzadas con su aspecto físico también se debe a que muchas de ellas rehúsan realizar ejercicio físico por miedo al ridículo, según reportó uno de cada tres participantes en el estudio. “La mayoría de las personas con sobrepeso son conscientes de ello y no necesitan que se lo repitan todo el tiempo. Decirles que están demasiado gordos y que deben adelgazar no va a ayudarlos, sólo hará que se sientan peor”, explica Jackson.
Buscar el término medio. Por otra parte, los defensores de la denominada alimentación consciente, explican que cuando se trata de seguir una dieta se suele caer en la regla del todo o nada.
Cuanto más nos reprimamos por comer una serie de alimentos, más ansiedad nos generará y tendremos mayores dificultades para prescindir de ellos, hasta caer inevitablemente en los peligrosos atracones. Por tanto, sólo una minoría mentalmente muy fuerte logra adelgazar.
Frente a la privación casi absoluta, estos nutricionistas proponen otro tipo de alimentación basada en comer todo lo que el cuerpo nos pida.
Esto es, atender a las necesidades nutricionales de nuestro organismo, sin privarse de nada en concreto, pero evitando caer en los atracones como respuesta emocional.
No se trata de un reto exento de dificultades, pues para alcanzarlo, primero se debe aprender a escuchar a nuestro cuerpo, ya que el organismo sabe intuitivamente lo que necesita y lo que no. Como explica la nutricionista de la Universidad de Harvard Michelle Gallant, en primer lugar es preciso prestar atención a los efectos de la comida, averiguar qué nos sienta bien o mal y qué es realmente lo que necesitamos comer.
Es decir, saber de manera instintiva lo que más nos agradará. En el artículo la dieta no dieta se ofrecen todas las pistas sobre esta cuestión.