En línea con lo dicho en el artículo anterior, podemos apreciar las imprecisiones de pronósticos para la región de diferentes agencias internacionales. Para CEPAL el PIB regional crecerá 2.2% el presente año, para el Banco Mundial –BM – será de 2.0% y el FMI ve solo un1.9%. En términos absolutos esas variaciones relativamente pequeñas implican resultados significativos. Los países que obtendrán los mejores registros al sur del Rio Bravo son Panamá con 5.6% de crecimiento, estimulada por proyectos de infraestructura y exportación de servicios; le sigue RD con 4.9% por un “consumo doméstico sólido” y el turismo y Nicaragua registrando 4.4% impulsado por una “demanda interna robusta”. En la página inversa reportan las naciones que menos crecerán, a saber: Venezuela con -4.2% (para el BM en 2017 cayó 11.9% pero para el FMI el desplome fue de 16.1%); Ecuador solo crecerá 0.8% y El Salvador 1.8%. Es una visión alentadora para la región que se extiende al mediano plazo, pasando de la recesión del 2014 y 2015 a crecer en 2019 y 2020 alrededor del 2.6%.
Los factores positivos que inciden en estos momentos en el comportamiento económico regional están marcados por los niveles de crecimiento en China, India y Estados Unidos, además de un crecimiento de 4.5% en economías emergentes y en desarrollo en 2018. La economía global creció 3% en 2017 y se espera un 3.1% este año. Ello impacta positivamente el precio de las exportaciones regionales y genera mayor optimismo, con menos incertidumbre. Es de esperar una reactivación de los flujos de inversión. China seguirá en el camino de consolidarse como el más importante socio económico comercial de América Latina y el Caribe y reforzará tanto la demanda de materias primas como sus inversiones en el continente. Todo indica una recuperación real de América Latina y el Caribe ya que suponiendo que crezca solo un 2% ello representará el doble desde el 0.9% de 2017. El ambiente positivo alentará el consumo privado, motor estratégico del crecimiento.
También las agencias apuntan a los desafíos y amenazas latentes que pueden descarrilar la visión positiva. Entre ellos apuntan a la amenaza de resurgimiento del proteccionismo comercial que se puede desprender de las políticas que esboza la administración Trump, las reacciones de los mercados financieros – y el estrés que provoquen – con alzas de las tasas de interés, la presión por endeudamiento y las condiciones fiscales en economías individuales, la recurrencia de desastres nacionales provocados por la naturaleza y las políticas económicas a que se recurra.
Aunque el BM da más peso en las expectativas de crecimiento a la gestión interna por la eventual desaceleración de China y Estados Unidos a partir del 2019, refuerza su enfoque de la incidencia del consumo privado y la inversión. Ciertamente, por décadas, el ciclo económico regional ha estado marcado por el precio de productos básicos y las fuentes externas de inversión.
Veamos que nos dice el Fórum de Davos a finales de este mes.
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