Lo que ya murió y lo que está por morir

Lo que ya murió y lo que está por morir

Rafael Acevedo Pérez

Una cosa es cambiar hábitos culturales, y otra es destruirlos…

La tragedia del lunes 7 de abril ha sido un serio y rudo golpe emocional para todos los dominicanos, que ha tenido como efecto el poner de manifiesto el cúmulo de irresponsabilidades del sistema político y administrativo y de nuestros gobernantes, así como las innúmeras complicidades de actores de primeras planas. Concomitantemente, surge un brote descomunal de comentaristas irresponsables, expertos en IA, capaces de acabar con la reputación de quienes les legaron su ADN, sus propios progenitores.

Cargados de dolor y temores, caminamos acelerados hacia una nada cultural y espiritual, rumbo a una “crisis de credibilidad y predictibilidad” de toda conducta del otro, que es lo único que garantiza la convivencia humana.

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Lo que ha sido el plan de la ideología y proyecto del globalismo, esto es, la destrucción programática de las normas culturales de Occidente, especialmente los valores espirituales y de convivencia, lo está logrando el desastre social y cultural de nuestros países, víctimas de la improvisación y el irrespeto a las normas fundacionales de nuestras patrias, hoy progresivamente deterioradas veleidades “creativas”, en mentes “para-alfabéticas”, con auto-arrogado derecho a idear y “comunicar” lo que les viene en gana. Improvisaciones “ingeniosidades” ajenas a toda regulación, ante la inexistencia de normas, agentes, o gobernantes con siquiera capacidad para conceptualizar y mucho menos manejar este comunicacional “fenomenazo”.

Al mismo tiempo, la “cultura del motociclista” ha permeado importantes segmentos de nuestra sociedad, en forma aún más peligrosa, por su componente de Inteligencia Artificial. Y por sus volteretas morales y conductuales de cualquier tipo, exhibidas como brillantes genialidades, como premiable creatividad.

No existe manera de armar y hacer permanecer una colectividad humana sin principios éticos, sin normas y patrones de conducta predecibles. Porque toda relación social se basa en la capacidad de entender y predecir la conducta de los demás. Nadie sale a la esquina si no está seguro de que los automóviles no se subirán a la acera; por eso, todos andan en carros y cacharros para que el motorista no les pase por encima. Y se han llenado de chatarras las calles de los barrios, inmovilizadas por el óxido y la lama, pero exhibidas como testimonios de que el “macho de esta casa” pudo comprar su propio automóvil.

Esa combinación de elementos perversos: la Administración, la Justicia, el Gobierno y los políticos, por un lado; y, por el otro, desalmados “youtubers”, frecuentemente patrocinados por negociantes de muy variadas especies, y junto a la ignorancia y la indefensión de un pueblo semi-analfabeto que suele creer que entiende y puede opinar de todo, forman un conjunto capaz de demoler cualquiera sociedad y cultura.

De hecho, solo nos vienen quedando parte de los elementos fundacionales de Duarte y los trinitarios y un contingente de nuestra población adulta de más de un 70%, que todavía cree o teme a Dios.

Y a quienes pedimos que en esta Semana Santa miren y clamen al cielo para que la misericordia de Dios nos ampare.

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