Lo único que se empieza por arriba es un pozo

Lo único que se empieza por arriba es un pozo

HAMLET HERMANN
A cada rato, cuando trato de entender un problema complicado, recuerdo a mi querido amigo ausente Antonio Zaglul. Más ahora cuando tratan de obligarnos a aceptar que un tren subterráneo “e’ p’alante que va”. Recuerdo a “Toñito” cuando decía que “lo único que se empieza por arriba es un pozo”.  Ese era uno de los refranes con los que el padre de la psiquiatría dominicana se refería al concepto dialéctico de que las cosas progresan de lo pequeño a lo grande y de lo simple a lo complejo. Todo lo demás debe corresponderse con un estricto nivel de prioridades a menos que haya razones que no quieran explicarse claramente

Unas cuantas cosas me preocupan a partir de la forma en que algunos funcionarios gubernamentales están presentando el megaproyecto del Metro. Uno es el origen de la propuesta y otro es la forma en que se está mercadeando entre el público. En cuanto al origen, los conocedores del área sabemos que en República Dominicana no se ha realizado un plan maestro de transporte que haya establecido las prioridades de las obras viales a nivel nacional. Tampoco se ha hecho una medición científica y confiable del tránsito en el Distrito Nacional en la última década. Racionalmente, lo que el proceso del conocimiento determina es que se establezca la anterioridad de una inversión respecto de otras en el tiempo y el espacio en función de las necesidades, no de las veleidades. Sin embargo, lo que en este caso ocurrió fue algo muy diferente. Alguien decidió que en el año 2005 un costoso y pequeño tramo de tren subterráneo se presentaría como la solución a los problemas del tránsito de la capital. Después se nombró un Ministro confiando en que todos deberíamos aceptar este proyecto como un asunto de fe religiosa. Mal comienzo porque no se incluyó en el proceso de la concepción del asunto ni siquiera a los demás organismos del transporte del gobierno dominicano que algo deben tener para aportar, ya sea información o experiencia. Además, el criterio de exclusividad y de secreto con que se ha estado manejando el asunto del Metro crea muchas suspicacias a la vez que desconfianza. Concediéndoles el beneficio de la duda a los dinámicos promotores del megaproyecto debemos admitir que ese siempre ha sido su estilo de trabajo: planificar poco, darle “p’alante” y que el que venga atrás que arree.

Otro aspecto que llama a preocupación es que después de percibir el rechazo generalizado a esa obra, los gestores se han destapado con una campaña de promoción que se parece mucho a la de una pasta dental. Las declaraciones públicas dejan mucho que desear al provenir de profesionales de la ingeniería. Parece no respetarse que en este país existe y ejerce un nutrido grupo de profesionales a los que no se les puede decir que la tarifa del Metro será de 10 pesos dominicanos (33 centavos de dólar). Ese es un imperdonable insulto a la inteligencia y a la ética profesional. Parecen olvidar que incluso en cuestiones publicitarias las manipulaciones de información están penadas por la ley. Pero como lo que se persigue es forzar a que el tema de discusión sea el Metro por la avenida Máximo Gómez, no su comparación con otras posibles obras de mejoramiento del tránsito, no existen reglas de juego que se deban respetar. Se percibe que los gestores del Metro tratan de evadir la discusión del megaproyecto dentro de un ambiente de urbanistas y de técnicos del transporte. Prefieren hechizar a periodistas y programeros quienes tienen grandes limitaciones en los aspectos financieros y de ingeniería. Asimismo prefieren discursear en el ambiente de los congresistas donde sólo se entienden los proyectos en términos de tajadas y poco en cuestiones de tecnología, de eficiencia y de prioridades.

Como tantas otras veces lo he dicho, nadie debe oponerse al Metro por el Metro mismo. Una obra de esa magnitud es una meta, un objetivo a largo plazo. Pero debía haber un poco más de consideración por las prioridades que realmente necesita este país. El debate no puede girar en torno a si el Metro es barato o es caro, sino en determinar si es lo que nos toca hacer en ese lugar y en este momento para beneficio de la nación dominicana. Mientras, nos seguiremos haciendo la pregunta de si no estará el gobierno empezando por arriba, como si estuviera cavando un pozo donde podrían quedar enterradas muchas ambiciones económicas y políticas de sus promotores.

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