Lo viejo nuevo

Lo viejo nuevo

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Llama la atención la vocación de suicida que tienen muchos políticos y muchos partidos. Ello así, porque mientras no han sido gobierno pregonan y dicen ser los salvadores de la Patria, los continuadores de los grandes hombres del pasado, los hijos espirituales de los padres de la nación.

En su saga sobre el poder, Luis Spota, el escritor, analista, historiador y novelista mexicano cuenta los esfuerzos, los sacrificios, el ejercicio de idealismo hecho por grupos de conspiradores que querían sacar del poder, y lo lograron, a quienes lo detentaban en contra de la voluntad popular.

Llegaron frescos, inocentes, bien intencionados, estrenando posiciones de poder, enfrentados al quehacer diario desde las alturas, teniendo que tomar el toro por los cuernos.

Lógico, se entienden los yerros, las equivocaciones, la desesperación y las ilusiones truncas.

Se llega al poder, sin experiencia, y se percata el grupo, el partido, las personas, de que una cosa es con guitarra y otra cosa es con violín. Se dan cuenta que desde abajo se ven los acontecimientos de una manera y desde arriba, desde la atalaya, la visión es más amplia, totalizante y, por tanto, se puede profundizar hasta niveles no pensados.

Se inicia el diario trajín entre aprendizaje y órdenes, entre inexperiencia y novatadas, entre ver, determinar, entender, cómo se separa la paja del grano, cómo se decantan las grandes lecciones que enseña la experiencia.

Sobre la marcha, en lo que aprenden, los nuevos amos del poder se apoyan en viejos funcionarios de poco brillo y muchas mañas, expertos en truchimanerías, adoradores del foete que los castiga, aquellos que enseñan y practican el culto a la personalidad de quien manda, como un modo de lograr canonjías y mercedes.

Los nuevos caminos, cargados de misterio y vericuetos, tienen espejismos y fuegos fatuos que se convierten, al ritmo de palabras almibaradas, en una fuente de corrupción.

Al principio parecen pequeñas cosas, intrascendentes violaciones a las leyes, minúsculas acciones fuera de lo acostumbrado, hasta que la costumbre enseña al poderoso que el poder es para usarlo, porque como decía el borracho: quien no bebe, se lo beben.

En ese momento se inicia el descenso hacia niveles nunca soñados. Todo parece bueno, todo parece correcto. Es el tiempo del: siempre se ha hecho así ¿por qué cambiar; por qué no hacerlo así?

El poder tiene un sabor especial. Embriaga. Perfuma.

Rejuvenece.

El poder vitaliza. Sirve para que muchos quieran imitar a quienes lo detentan en el más alto nivel o en niveles inferiores, pero elevados.

En ese momento hay que tomar la decisión: ¿qué hacer; cómo mantener el nivel de vida que lleva la familia desde el ascenso al poder? Ahí mismo, en ese instante que el pensamiento traiciona, los principios se guardan en un rincón del mueble recién comprado, o en el que le regaló un amigo nuevo, un rico que quería un pequeño favor que se le pudo hacer.

Se oculta la escala moral en recónditas e inalcanzables profundidades y comienza la lucha por mantenerse en el poder.

Cuánto de eso viejo nuevo hay en todos los partidos.

Cuánto de eso viejo nuevo se ve, ahora, hoy, en este momento de lucha por el poder que se quiere mantener o conquistar, el próximo martes.

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