Local juzgado paz se cae a pedazos

Local juzgado paz se cae a pedazos

Por MARIEN ARISTY C.
VICENTE NOBLE.- Con más de treinta años funcionando en un local alquilado, el Juzgado de Paz de Vicente Noble muestra todas las evidencias de un deterioro que no es desconocido por las autoridades.

Así lo expresa con pesar el magistrado Rafael Cuevas, quien sostiene que le ha solicitado a la Junta Central Electoral (JCE) que mejore el espacio en el que están trabajando.

Los ruegos de nada han servido. Y es por eso que el juzgado continúa estropeándose cada vez más: ni siquiera se arreglan las goteras que han cebado contra los antiguos plafones que se van rompiendo día a día.

Pero es que aquí todo huele a viejo: desde las tres viejas Olympia en las que se llenan los documentos oficiales hasta los ocho gastados bancos que están ubicados en la sala de audiencias. Tampoco se salva el estrado, un viejo escritorio que se deja acompañar por un tímido abanico de pedestal.

Junto a la sala y sus paredes de madera ajada, está la puerta que da acceso a la oficina del fiscalizador. Este espacio, en caso de que el fiscalizador no esté, permanece cerrado con un candado.

Tres o cuatro pasos más adelante está la oficina de paredes desvencijadas en la que se encuentra el alguacil de Estado, Angel Méndez Jiménez, cuya juventud contrasta con la antigüedad del mobiliario y los equipos que allí se encuentran.

Eso no significa, sin embargo, que haya muchas cosas en este lugar: nueve archivos de metal, una computadora arcaica, un printer y tres escritorios. Para escribir, una máquina que debe datar de los 90’s y tres Olympia antiguas, dos de ellas en uso y otra dañada.

El último espacio de este juzgado es la oficina del juez Rafael Cuevas, quien hasta hace poco tiempo estuvo trabajando en Barahona. Hoy, debe hacerlo en un desvencijado juzgado.

Pero las limitaciones no sólo tienen que ver con el espacio porque también tienen problemas con el entorno: las oficinas dan a un patio que comparten con las casas del barrio y, por tanto, con el reguettón, el merengue o cualquier música que los vecinos quieran oír. A pesar de la falta de tranquilidad que existe normalmente, el magistrado destaca que los moradores del lugar al menos respetan los momentos en los que hay audiencia y mantienen los aparatos apagados.

En esos instantes, olvidando el espacio físico en el que están, el juzgado se convierte en un juzgado de verdad.

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