Locura de juventud: desaparecer a Trujillo

<P>Locura de juventud: desaparecer a Trujillo</P>

“Caminamos perfectamente la costa, planificamos encontrar una cueva para colocar pertrechos e irnos con la dinamita y un reloj a explotar los depósitos de gasolina ubicados en la margen oriental del Ozama, del otro lado de Sans Soucí. Guillermo Santoni consiguió una lamparita de kerosene que impedía la proyección del resplandor, Asdrúbal participó en el diseño y en el plan de escape en un botecito en el que llegaríamos remando hasta la 19 de Marzo con Malecón”. El otro protagonista de la trama era Tony Barreiro.

Fidelio Despradel lo cuenta hoy quizá pensando que aquel plan era una locura, pero entonces, para ellos era el esquema perfecto para desestabilizar el régimen. Sin embargo, fueron descubiertos por una funda que Tony lanzó al río con los restos de una bomba que días antes habían colocado otros luchadores en el Mercado Modelo. Asdrúbal y Tony eran conocidos porque vivían en los alrededores y Fidelio porque andaba en el vehículo de su padre, “el único Mercedes Benz color verde aceituna con capota gris que había en el país”, referencias que permitieron localizarlos de inmediato.

Los centinelas vieron a Barreiro lanzar el paquete y creyeron que se trataba de un feto, lo sacaron y al ver el contenido lo entregaron al Servicio de Inteligencia Militar (SIM). En horas los apresaron y trasladaron a la cárcel “La 40”, donde fueron golpeados, torturados, desnudados, esposados, aturdidos, atados a un árbol y Tony sentado en la silla eléctrica, en la que le dieron corriente eléctrica.

Candito Torres, Faustino Pérez, César Rodríguez Villeta, Pedro José Trujillo, Tuto Colón, estuvieron entre sus apresadores y verdugos, sin importar que Fidelio era hijo del  rector de la entonces Universidad de Santo Domingo y Asdrúbal del inspector general de Educación, el digno profesor Francisco Ulises Domínguez.

A los pocos días salieron libres porque su encarcelamiento coincidió con la conspiración de los sargentos de San Isidro. Cuenta Fidelio que Johnny Abbes les dijo: “Los voy a soltar porque ustedes no caben, pero si regresan, son muertos seguros”. No obstante, “Tony, Pichi, Pilón y Paco Troncoso Ortiz siguieron presos”.

Fidelio siguió su antitrujillismo militante y meses después planificó junto a José Horacio Marranzini (Sancocho), Máximo Bernal y Puchito García Saleta, asilar a Poncio Pou en la embajada de Brasil. Había sobrevivido a la expedición del 14 de Junio, Trujillo lo había puesto en libertad “pero lo tenía confinado en Santiago para matarlo”, explica Fidelio. Esta acción no se llevó a cabo, significa, pues Pou Saleta logró salir del país, pero Fidelio continuó con otros planes para salir del tirano.

Explosión a control remoto. La otra maquinación consistió en eliminar a Trujillo y toda su escolta en la avenida “Máximo Gómez” esquina “Bolívar”, cuando el tirano fuera a visitar a su madre. Harían un hueco en el lugar por donde pasaba el generalísimo y colocarían una carga de dinamita justo a la altura de la cabeza del caudillo.

“Era un plan simple, pero decisivo. Un hermano de Puchito, José Augusto, nos iba a proporcionar dinamita y detonadores, y Petrus Manzano, amigo de Puchito, haría el cálculo y el diseño para colocar las armas y garantizar que Trujillo y sus acompañantes volaran por los aires”, cuenta Fidelio.

El reconocido izquierdista es detallista, a veces reiterativo. Los encuentros para estos reportajes se sucedían  en la acogedora terraza de la hermosa casona colonial que habita, adonde debió mudarse de un  quinto piso anterior debido a la delicadeza de su pierna derecha, recientemente operada. Otras entrevistas se producían en su oficina, pero constantes llamadas y visitas políticas interrumpían sus relatos. Muchos de estos testimonios los ha publicado en libros que no poseen el valor de la actualización ni el encanto de comentarios que pide no revelar. Luego de cinco intensas y extensas tandas, su historia personal parece aún incompleta. “Vuelve con el grabador”, bromea.

Está en los comienzos de 1960 narrando una trama en la que han aumentado sobremanera los actores, se ha creado un núcleo de resistencia tan amplio que ha sido necesario redactar un manifiesto “que fundamentara unidad y objetivos”. Ese documento y el plan para asesinar a Trujillo cuando visitara a “doña Julia”, adelanta, “se salvaron por una indiscreción de Puchito”. Le ordenaron desaparecer los originales después de retratarlos y enviarlos a Venezuela para conocimiento de Marcio Mejía Ricart, pero Puchito los guardó “violando una regla elemental de seguridad”. En 1993 sorprendió a Fidelio entregándoselos, amarillentos pero legibles,  en un desvencijado maletín que conserva.

En la habitación del Fidelio adolescente  de la segunda planta de la avenida “Bolívar”, Guillermo Santoni Robles, que era aficionado a la fotografía y tenía aparatos de revelar y ampliar, los “microfotografió” y sacó dos copias para ser enviadas a Marcio Mejía Ricart, en correspondencia secreta desde Haití, y otra sería para Ricardo Roques Martínez, exiliado en Puerto Rico. En este ambicioso plan estuvieron comprometidos, además, Yuyo D’Alessandro, José Augusto García Saleta, Petrus Manzano, Pipe y Niní Faxas, Máximo Bernal, Horacito Álvarez, Tirso Mejía Ricart, Octavio Amiama Castro, Luis Manuel Baquero, “la tía Naná”, René Sánchez Córdova, Quique Acevedo y otros.

“Un día, Tirso nos convoca de urgencia cerca de la Universidad, un emisario de su hermano Marcio había traído una carta desde Venezuela ofreciendo armas, pertrechos, un avión. Eso para nosotros fue la gloria”, cuenta Fidelio.

Después de narrar inacabables decepciones con Marcio, comenta que “ese prestigioso exiliado era un bloff”, lo que le confirmó otro antitrujillista a quien, según reveló, contactó posteriormente en el exilio. Le dijo a Fidelio: “Ustedes tienen una visión idílica de Trujillo y, por otro lado, no esperen mucho de Marcio, que es un bandido”. Para el fogoso y tenaz joven de 23 años, “aquello fue un baño de agua fría”.

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