Locura y literatura II

Locura y literatura II

Los locos pueden escuchar músicas en medio de un absoluto silencio; y estas “extravagancias” no se les permiten a quienes no son compositores. Sin embargo, es posible que un cuerdo sueñe que está oyendo una sinfonía tocada por una orquesta de 200 músicos. Tal vez el desdichado artista llamado Beethoven oía todos los días músicas inexis tentes, que él tenía en la cabeza a pesar de ser sordo. A cualquier persona normal puede ocurrirle, después de asistir a un concierto, que sienta el cerebro “lleno de músicas”. Los locos relacionan los objetos de una manera que elude las vías lógicas tradicionales.

El cubismo, el expresionismo, el surrealismo, son modos conexos de expresión artística. El “flujo subconsciente” es la materia prima de dos de estas escuelas. He comprobado que algunos locos perciben de inmediato el sentido de un poema surrealista, sin que sea necesario ningún esfuerzo pedagógico. Macedonio Fernández consideraba que Gómez de la Serna era “el único genio de la descripción del mundo como no es”. En su famoso libro “Ismos”, Gómez de la Serna cuenta la “novela” de un padre conservador, empleado del municipio de París, quien supo que su hijo había tenido un hijo con la hija portero.

El muchacho explicó a su padre que el hijo de la hija de un portero tenía que ser, obligatoriamente, un botones. Agregó con énfasis, que si fuera el hijo de una portera sería un mandadero. El padre exclamó entonces: “eres un sinvergüenza”. El joven contestó: “soy un surrealista”. Y ante el cinismo de su hijo el padre gritó: “un surrealista ¿y te atreves a confesarlo”? Un poco antes de esta anécdota “novelosa”, Gómez de la Serna había citado un verso de Benjamín Peret: “La ceniza es la enfermedad del cigarro”, para presentarnos una imagen de la época del nacimiento del surrealismo, cuando todavía este movimiento no había sido bautizado por Apollinaire. El surrealismo, decía en ese tiempo un tal Ribemont, brotó de una costilla del dadaísmo.

Así como la enfermedad que consume al cigarro es la ceniza, la enfermedad que ha estragado a montones de escritores es la imagen. El uso “inmoderado del narcótico de la imagen” no les deja construir una estructura literaria orgánica. (2009).

 

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