Lógica de subalterno conyugal

Lógica de subalterno conyugal

Mi amigo regresó al país en el año 1962, y un grupo de tercios romiles lo visitamos en la casa de sus padres, donde había establecido residencia temporal con su esposa, a la que había conocido en Nueva York.

El hombre viajó a la urbe cosmopolita en 1958, asqueado de la dictadura trujillista.

Al llegar, notamos que estaba asfixiado románticamente con su cónyuge, hermosa mujer de carácter enérgico.

Reparamos en este último detalle cuando lo invitamos a un restaurante en el cual habíamos compartido buenos momentos.

-No puedo salir, porque mi mujer espera unos amigos que vendrán dentro de una hora-dijo, dirigiendo una mirada de adoración a la compañera.

-Pues mientras ella comparte con sus enllaves, tú lo haces con los tuyos, y todos felices, como en los finales de los cuentos de hadas-dije, y los presentes, con excepción del forzoso anfitrión, rieron con gusto.

-Ustedes creen que corren los mismos tiempos en que mi marido andaba de su cuenta, y no es así; ahora es un hombre decente, viviendo una etapa diferente a la de sus años de soltero- manifestó la dama, con rostro adusto y tono enfático.

-Pero, doñita- replicó uno de los visitantes- nosotros no vinimos a invitarlo a un cafetín con mujeres de vida alegre, ni a ningún otro lugar cuestionable.

-Aunque fuese a una iglesia a escuchar la misa, o un sermón de un cura, sin mi consentimiento no puede asistir, porque tampoco yo voy a ningún sitio sin su anuencia –dijo la aludida, con signos de cólera reprimida.  

 -Nunca pensé que un hombre que vivió metido en bemberria mucho tiempo, y con vasta experiencia mundanal y hasta tigueril, se iba a dejar dominar por una mujer.

La frase surgió de los labios del más chulámbrico del grupo, hombre con seis pies de estatura, pero la respuesta del dominican york no tardó en producirse.

-Si Trujillo dominó a los hombres de este país, obligándolos a cumplir su voluntad, entonces no tiene nada de malo que una mujer me domine. Incluso creo que ustedes siguen siendo cundangos, mientras yo llevo cuatro años demostrando que abandoné la pajarería.

-Estás hablando disparates, porque ninguno de los que estamos aquí es pájaro-afirmó el grandulón.

-Todo hombre que se dejó dominar por Trujillo, que era un macho, fue maricón: los que como yo son gobernados por una mujer, somos auténticos machazos- dijo nuestro anfitrión, y minutos después nos despedimos, tristones y cabizbajos.

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