Los XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe, que se iniciaron el 19 del cursante mes de julio y concluyen el próximo 3 de agosto, en Barraquilla, Colombia, constituyen en esta ocasión uno de los mayores retos para nuestro deporte de alto nivel, toda vez que las autoridades deportivas públicas y el movimiento olímpico vernáculo, han trabajado para apostar a una de las participaciones más exitosas del pabellón tricolor en la principal justa regional a la medida de nuestras reales posibilidades, puesto que en los Juegos Panamericanos y los Juegos Olímpicos, se dan cita contrincantes de mayor calado en cantidad y calidad competitiva.
Para poder calificar de airoso el papel de la amplia delegación quisqueyana compuesta por 625 personas, incluidos 446 atletas, tendría que superar con creces la actuación en el medallero de los XXII Juegos de Veracruz, México en el 2014, y mantener por lo menos el quinto lugar conquistado en aquella ocasión al sumar 77 preseas (20 de oro, 34 de plata y 23 de bronce) solo detrás de Cuba, México, Colombia y Venezuela. Nuestro principal contendor por esa plaza continua siendo Puerto Rico, que si bien lo superamos hace cuatro años, anteriormente en los Juegos de Mayagüez 2010, nos llevaron la delantera. Ahora también hay que tomar en cuenta a la emergente delegación de Guatemala.
Si bien la República Dominicana tuvo un decoroso desempeño en Veracruz, la cúpula olímpica criolla entendió que no se llenaron todas expectativas, pues había proyectado entre 90 y 100 medallas, una meta que por diversas circunstancias no se pudo concretar. Para estos juegos de Barraquilla la administración pública-a través del Ministerio de Deportes- invirtió la partida récord de RD$160 millones, sin contar incrementos en las erogaciones mensuales para fomento y compromisos internacionales. Un gran valor agregado para la actual edición ha sido el óptimo nivel de relaciones y coordinación entre el MIDEREC y el COD; también ha sido un factor clave los auspiciosos resultados de nuestros atletas en las diversas rondas clasificatorias y fogueos internacionales como preparación con miras al clásico.
Al cerrarse la cuarta fecha de competiciones el pasado lunes 23, la RD registró una cosecha impresionante al conquistar 9 preseas, incluidas 5 de oro. La estrella del día fue la pesista Crismery Santana, ganadora de dos medallas de oro. Le siguieron cada uno con una presea aurífera la gimnasta Yamilet Peña, y los taekwondoístas Moisés Hernández y Katherine Rodríguez, para totalizar en el medallero general 31, divididas en 8 de oro, 7 de plata y 16 de bronce, asentándose en el quinto lugar y empatando con Venezuela en el oro obtenido, nación que se mantenía en el cuarto lugar detrás de México, Colombia y Cuba, que además había acumulado 17 de plata y 25 de bronce para un total de 50.
Al terminar la quinta fecha el pasado martes 24 el país volvió a rubricar una destacada tarea al sumar 10 medallas, incluidas dos de oro, aportadas por el estelar gimnasta Audrys Nin y la pesista Verónica Sención, para totalizar 41 preses (10 de oro, 10 de plata y 21 de bronce), manteniéndose en el quinto lugar, e igualando a Venezuela otra vez en medallas de oro con 10, aunque tenían ventaja al sumar siete en plata y siete de bronce.
No sería imposible desplazar a los hijos de Bolívar de su proyectado cuarto lugar en la tabla final, pero sería muy difícil; sin embargo, el solo hecho de que se pueda lograr la mayor cercanía en los anales del certamen, y dejar mucho más atrás a Puerto Rico, se consideraría como un inédito salto cualitativo. Pero todavía queda un buen trecho por recorrer en el calendario de competiciones, es decir, que no hay nada definido, aunque nuestras proyecciones son las mejores de los últimos tiempos; nos falta por competir en varias disciplinas de nivel y figuras estelares.
En karate tenemos probablemente nuestro buque insignia para incrementar mucho más nuestra cosecha, lo que podría ser determinante, pues en Veracruz quedó como nuestra disciplina más exitosa al conquistar 6 medallas de oro, 3 de plata y 1 bronce. El mejor consejo para los nuestros es no dejarse arrastrar por el febril triunfalismo a destiempo, sino esperar que termine el gran desafío para celebrar en grande.