“Logré todo trabajando”

“Logré todo trabajando”

El siempre fue un muchacho tímido, pero nunca asumió ni condicionó un comportamiento antisocial y poco demostrativo ante sus amigos, vecinos, compañeros de clases y familiares, sino, al contrario, superó ese rasgo de la personalidad y asumió un rol responsable en sus tareas escolares y en las labores del hogar.

Sin embargo Ramón Castillo Lachapelle reflexionó “y entendí que debía hacer un esfuerzo desde mis adentros para superar la timidez, porque era imprescindible lograrlo para alcanzar el éxito de cualquier profesional. Era un obstáculo a vencer muy fuerte, muy difícil. La perseverancia en hablar en público fue fundamental para lograrlo”.

De origen humilde, Castillo es oriundo de San Cristóbal. Se consagró a los estudios y los deportes. Jugaba fútbol en un equipo de primera categoría. A los 18 años abandonó esa actividad deportiva por un impasse en un juego donde se disputaba un campeonato. “En el incidente hubo dos jugadores lesionados, ambos con piernas rotas. Allí terminó el campeonato. No retorné al equipo. Posteriormente, empecé a jugar basquetbol y me convertí en capitán del equipo en categoría “C”.

Los domingos y días feriados, Castillo frecuentaba los balnearios y lugares de recreación de su provincia, especialmente la playa de Najayo. Para disfrutar un día, ahorraba la merienda de la semana. “Me encantaba ese lugar porque tomaba agua de coco y comía yaniqueques. Ocasionalmente iba al cine del Instituto Politécnico Loyola y paseaba alrededor del parque central, donde escuchaba música del conjunto de la banda municipal.

Consciente de que debía emplearse a fondo para superar las dificultades, Ramón dio lo mejor de él para enfrentar la vida con éxito. “No tenía otra opción, porque mi familia carecía de recursos y disponibilidad para costearme los estudios y yo, si quería superarme para ayudar a mi familia, tenía que empeñarme en superar los obstáculos y barreras que se interpusieran en mi camino resolver. Un hábito que adquirí y me ayudó mucho fue la lectura. En realidad, leía todo lo que me caía en las manos”.

Fue un excelente estudiante, con buenas calificaciones. Mantuvo buenas relaciones con algunos compañeros de clases que también obtenían excelentes notas.“Hasta el día de hoy conservo con mucha gratitud una gran amistad con todos mis excompañeros de clases”.

Las relaciones con sus padres eran magníficas, de amor, ternura y mucho respeto. Compartía con su padre los fines de semana porque su progenitor comercializaba café en la comunidad de Cambita de Los Garabitos y se ausentaba los lunes, para retornar los viernes al hogar paterno. “Era un hombre muy serio, trabajador, recto, cumplidor, responsable y excesivamente organizado. En nuestro hogar, gracias a Dios, nunca faltó la comida”. Ramón es el tercer hijo del matrimonio de sus padres Ramón Castillo Valera e Isabel Lachapelle.
Trabajo, dificultades.

Su primer empleo fue en una mueblería. Sustituyó a su tío Chito, quien se fue de vacaciones. Posteriormente, cuando ya era agrónomo, trabajó en la Fundación Dominicana de Desarrollo de Bonao, provincia Monseñor Nouel, y luego en San Francisco de Macorís.

“En esa ocasión, en San Francisco de Macorís, se quemó. Pasé a ser damnificado. Fue un golpe muy duro para mí, pero seguí adelante. Posteriormente, el 31 de agosto del 1979, el paso del huracán David por el país causó severos daños en San Cristóbal y Baní. Por segunda ocasión me convertí en damnificado. La situación me hizo reflexionar y pensar mucho en las personas desposeídas que no tienen ayuda de nadie ni cuentan con nada”.
Sueños de juventud.

Don Ramón, como le llaman sus amigos, originalmente soñó con ser un reputado médico para ayudar a personas de escasos recursos que no tienen acceso a los servicios de salud. Sin embargo, terminó siendo agrónomo y economista. “Vencí todos los obstáculos en la vida para superarme. Siempre luché por coronar el éxito y gracias a Dios logré todo, trabajando honradamente”. Finalmente, después de graduarse como agrónomo decidió estudiar Economía, “para tener una puerta abierta y establecerme en la ciudad”.

Se independizó después del nacimiento de su primera hija, Isara. Quería darle a la pequeña una excelente formación académica, profesional, “y ponerla en la autopista de la vida, para que ella corra, con orgullo y dignidad”.
Planes y proyectos.

Don Ramón aspira a construir un Centro de Capacitación para vender espacios. Además, quiere continuar colaborando con las escuelas agrícolas del país que forman profesionales del sector agropecuario. En sus planes figura impartir docencia en esa materia y escribir un libro.

Sin embargo, Ramón Castillo Lachapelle, “bendecido por Dios”, se recuperó, y siguó trabajando, sin descanso.“Son muchos los logros obtenidos que sólo con la ayuda Dios he logrado, con el apoyo de mi esposa, mis hijos y mis buenos amigos”.

La formación de los jesuitas ha sido fundamental para lograrlo y jamás tendré suficiente vida con que pagarles. Hoy puedo asegurar, que ser honesto es motivo de orgullo en mi familia y mi entorno.

Estoy enfocado en ayudar a crecer y dar ejemplo en nuestro país de que se puede progresar, se puede hacer negocios transparentes, sin necesidad de corromperse, sin mancharse las manos, sin robar a nuestros semejantes, sin cometer actos dolosos o deshonrosos”.

No tolera la hipocresía ni el engaño. “El perdón es infalible y lo cura todo”. El se considera un hombre muy afortunado. Comparte su felicidad con su esposa Jacqueline Lora y sus hijos Isara, Jessica, Orlando y Esteban, “y un montón de amigos”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas