Lola presa, ¿aquí?

Lola presa, ¿aquí?

Fernando Infante
El ex gobernador del Banco Central, Louis Malkúm publicó el domingo último un artículo titulado «Lola», en el cual memora pasadas experiencias suyas que obtuvo en las elevadas funciones que desempeñó en el pasado gobierno. El tema tratado en su trabajo periodístico en el que se advierte cierto gracejo, versó acerca de la evasión fiscal.

Esa conducta tan enraizada en el país fue comentada por él y el director de Impuestos Internos de España en visita que le hiciera este funcionario, quien le expresó que en su país se había superado ese problema cuando Lola Flores, aquel icono nacional que junto a Manolo Caracal comenzó alegrando el pueblo español en sus días tristes, fue llevado a la cárcel hará algún tiempo por evadir sus obligaciones fiscales. Malkúm termina su artículo con una exclamación que todos aquí se preguntan: “¿Cuándo encerraremos a la Lora Flores dominicana por evasión de impuestos?”

Existen importantes razones para que la exclamación del ex gobernador del Banco Central no se cumpla. Ni Lola; tampoco Lolo pueden ser apresados aquí. Todos tenemos por bien sabido que durante décadas ha habido una tupida red de complicidades entre el gobierno de turno y sectores de los poderosos grupos económicos para que las faltas cometidas en cuanto a obligaciones fiscales se diluyan en componendas, padrinazgos y silencios. Los tres partidos políticos que ese reparten el poder público cada cuatro años obtienen el soporte económico para sus campañas acudiendo al financiamiento entre esos grupos, aparte del enorme sacrificio que hace el Estado asignándoles enormes sumas cada año.

Para los financistas electorales sus aportes a los partidos son gastos de inversión altamente rentables en muy corto plazo; y una de las formas para devolverles sus utilidades por los políticos ganadores está en la permisividad o acomodamiento en la evasión fiscal. Además, no debe dejarse señalar que esa tolerancia arrastra una larga cadena de beneficiarios indirectos que resulta muy atractiva dentro del aparato burocrático estatal, algo que contribuye a legitimar más aún la burla al fisco, entendiendo que este es un Estado blanco, que ahora llaman fallido, cuyas características distinguen sobradamente el que han creado y sostienen los dominicanos.

Otra de las razones principales por la que ni Lola ni Lolo pueden ir a la cárcel está en que nuestros gobiernos exhiben ejercicios de moralidad pública tan poco edificantes que les impide enviarles un mensaje decente a los sectores comprometidos con sus obligaciones tributarias. ¿Acaso, se han distinguido esos gobiernos por un ejercicio moderado y racional del gasto? El dispendio y el boato; las locuras de proyectos fuera de toda prioridad ha sido la tónica oficial acentuada en estos últimos períodos. Como agregado reciente de todo lo anterior también se ha desatado con el mayor desenfado un afán viajero entre los altos funcionarios, oneroso y estéril; desatendido e irresponsable cuyo fin no pasa, salvo excasísimas excepciones, de cumplir satisfacciones vanidosas que deben costarle al Estado ingentes recursos económicos, dignos de mejor uso.

Un Estado como el nuestro, desarticulado en islas de poder, sin visión ni compromiso con el futuro entre sus fuerzas dispersas, donde las metas son de grupo e individuales, la reacción adversa a pagar impuesto es parte natural del comportamiento que muestra la sociedad dominicana. Porque sus gobiernos han demostrado groseramente representar un Estado anarquizado y corrupto hasta la obscenidad. Con tal ejemplo no es de extrañar la renuncia general hacia nuevas cargas impositivas y la firmeza de la cultura evasiva.

Algunos economistas, particularmente dos, con sólida formación académica, han sido constantes en sus intervenciones públicas diarias, casi siempre con sentido didáctico y orientador. Han sostenido la necesidad de un aumento en la presión tributaria como fórmula para que el país pueda incorporarse a un desarrollo y atender sus graves carencias que van adquiriendo cada vez mayores proporciones en su dramatismo. Chile y su tasa de tributación ha sido el más señalado ejemplo de logro económico y desarrollo al que acuden los bien calificados jóvenes profesionales.

El ejemplo se presenta digno de emulación; sinembargo, es bueno tener presente que aquel culto y organizado país tiene uno de los índices de corrupción más bajos en el mundo. En cambio, la República Dominicana con su pasado lastre de ser un Estado blando o fallido, se encuentra entre los más alejados de Chile en cuanto a pulcritud en el manejo del Estado, tal como los informes ocasionales que se publican.

Todo lo anterior lleva al siguiente dilema: Se debe pagar sin renuncia más impuestos a un Estado incorregible en cuanto al gasto desordenado y la improvisación? Un sistema de gobierno que hace del Presidente de la República un faraón que puede autorizar y disponer el uso de recursos públicos de manera caprichosa e irracional para la satisfacción de egolatrías, no es el mejor ejemplo para estimular el cumplimiento ágil y resuelto y mucho menos confiado de las obligaciones impositivas.

¿Puede resultar buen ejemplo de previsión y sobriedad del Estado ver como el dinero que aporte la sociedad para el bien común, entre tantos otros desaciertos oficiales sostiene centenares de fundaciones que devoran, sin saberse en qué, miles de millones de pesos?

¿No resulta contrario al interés por captar nuevas imposiciones fiscales ver como estos gobiernos mantienen publicidad de sus organismos por miles de millones de pesos, tal vez como compra de silencio ante todos sus desafueros?

España resolvió su problema de evasión fiscal encarcelando a Lola Flores, como medida ejemplarizante de que no permitiría vacas sagradas en asuntos de evasión fiscal. Pero aquí. ¿Presa Lola o Lolo? ¡No juegues Magino!

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