Longevidad versus muerte prematura

Longevidad versus muerte prematura

El Homo sapiens como ente biológico en continuo cambio desde la concepción hasta su deceso final encuentra la salida al inevitable fallecimiento a través de la magia de la reproducción. Nos despedimos del mundo de los vivos, pero no sin antes dejar el relevo generacional.
Si al humano le capacitamos, mediante la educación, hasta transformarlo en un ser capaz de convivir con sus semejantes en una relación de mutuo beneficio, habremos establecido las bases para alcanzar un desarrollo pleno que nos permitirá una armoniosa vida en sociedad. Hay gente que camina sin darse por enterada de que el sólo hecho de tener un principio, implica, de por sí, que en uno u otro momento llegará el final.
En el orden emocional, predomina la negativa a aceptar la existencia como un proceso que nació, creció y se reprodujo, para entrar luego en una vertiente de senectud programada, con fallas agregadas que conducirán inexorablemente a un adiós definitivo.
Vivir a plenitud, a sabiendas de lo efímero del tránsito humano, permite aprovechar al máximo ese tiempo para devolver con creces a la sociedad y a la naturaleza todo cuanto ellas nos han dado. Así contribuimos a que los hijos caminen por mejores senderos que los pisados por nuestros padres y abuelos. El continuo y rápido desarrollo de las ciencias, sumado al salto cualitativo impulsado por la era digital, deben ser aprovechados para llevar a cada ciudadano del mundo la información necesaria que haga posible una mayor equidad en el disfrute de una larga y armoniosa convivencia universal.
¡Cuántos niños, adolescentes, jóvenes y adultos se nos están yendo a destiempo a la tumba! ¡Cuántos evitables fallecimientos ocurren cada hora a nivel global! Los avances en las investigaciones médicas indican que desde el fenómeno de la fecundación se puede monitorear la evolución del embrión y del feto, mejorando de ese modo las perspectivas de un embarazo y parto feliz con un mínimo de complicaciones. Resulta bochornoso admitir que todavía en muchos países, el embarazo sigue siendo un riesgo mortal para la madre y el feto. Debemos reforzar la salud del recién nacido promoviendo la lactancia materna, garantizando un natural crecimiento del bebé.
La adolescencia y juventud cursan bajo la amenaza de la violencia, los accidentes de tránsito, conjuntamente con el creciente uso y abuso de drogas, tabaco y alcohol. La diabetes, la hipertensión arterial, la enfermedad coronaria, la obesidad, el excesivo y crónico estrés, aunados al sedentarismo nos le restan calidad y cantidad al vivir.
Muchas de las afecciones crónicas, infecciones, y cánceres son evitables a través de un cambio en nuestros hábitos alimentarios y un buen saneamiento ambiental. Somos lo que comemos y hacemos. Por la boca muere el pez, así reza un viejo refrán; nos envenenamos con los excesos de sal, grasa animal, edulcorantes y las denominadas comidas rápidas. Urge una permanente campaña educativa sobre cómo alimentarnos bien. Una dieta balanceada, rica en frutas, vegetales, carne blanca y pescado, reducen el taponamiento temprano de las arterias.
En la infancia y la adolescencia se nos inculcan las buenas costumbres que dirán cuánto tiempo viviremos sin serios achaques, y en plena capacidad física y mental. Los prudentes ejercicios diarios, y el comedido deleite espiritual presagian un longevo alegre; al final satisfecho de haber contribuido a crear un mundo de amor, de paz y de salud para todos.

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