Lorenzo López, 93 años de historia

Lorenzo López, 93 años de historia

Con un triste brillo en su mirada y la voz entrecortada por la nostalgia que le produce recordar los días cuando recorría los predios de la hoy provincia Baoruco, llamada para entonces Alpargata, Lorenzo López  nos habla de los tiempos en que se cosechaban los productos agrícolas para guardar y repartir entre los vecinos mas cercanos, aun estando a kilómetros uno del otro. Característica esta que define al dominicano.

Con brillante lucidez relata que para esos años la provincia de Barahona no existía, que luego de la llegada de La Compañía, actual ingenio, nace el pueblo y llega el desarrollo desde el punto de vista comercial. Traídos los tumbadores, especialistas en talar árboles gigantes, desde Villa Altagracia, abrieron caminos y desmontaron los montes para la siembra de la caña. “Barahona era solo un pueblo que funcionaba como muelle para embarcar las maderas de almácigo, guayacán, candelo, etc, hacia el exterior” ,expresa.

Primeros apellidos.  Relata que los Leger, Lama, Suberví, Toral, fueron de los primeros apellidos que llegaron a Barahona y recuerda claramente las extensas propiedades que poseían estas personas, a quienes se les trabajaba por 10, 20 y 30 centavos el día.

Siendo el quinto de 10 hermanos, nos cuenta que gozaba de ciertos privilegios de la época, pues  su padre fue  fundador de varios pueblos de esta región sureña del país como: Pescadería, Cachón, Palo Alto, etc y una especie de asistente de los ingleses Mitre (Mister) King y Mitre (Mister) Hapa, primeros administradores de la compañía.

Recuerda la amistad cercana que su padre tenía con Mitre King, y relata el susto que en una ocasión se llevó, al entrar a la residencia del inglés, mientras le llevaba  la pierna de res, que cada semana su padre  acostumbraba a enviarle con él.

En esa ocasión,  al entrar,  un animal gigante se le abalanzó e intentó morderlo, pero el animal aparentemente no tenía boca, cuenta Lorenzo.

“Cuando el capataz corrió y me quitó el animal de arriba quede absorto al darme cuenta de que la bestia gigante, que intentaba comerme, era un perro, perro de tamaño anormal que por primera vez vi por esos entornos”, expresa.      

Vivió los tiempos en que se enfrentaban a tiros Los Bolos y Los Rabuses, los tiempos de Horacio Vásquez,  Rafael L. Trujillo, a quien recuerda como una persona que si no se le buscaba no hacía daño. Nos habla de que el gobierno hacía presencia a través del alcalde pedáneo,  quien si se sobrepasaba de autoridad era llamado ante una instancia mayor y hasta se le preguntaba cuánto necesitaba para que se tranquilizara. De no acogerse el llamado simplemente era eliminado.

Recuerda cuando los residentes de los pueblos de Vicente Noble, Peñón, Cabral, viajaban al Este del país, durante cuatro días de camino, con la  finalidad de trabajar en los ingenios y con el dinero obtenido utilizarlo para la compra de un revólver,  que en esos momento era un prestigio, pero que él no tenía esa necesidad, pues su padre siempre tuvo arma de fuego, por la posición social que tenía: carnicero, hombre de negocio y de tierras.

Aunque gozaba de ciertos privilegios,  éstos no le impidieron una vida de arduo trabajo, afirma Lorenzo, quien relata  que desde la edad de 12 años trabajaba en los campos de cultivos agrícolas. 

Afirma que su padre,  Feliciano Pérez, de descendencia española, le impregnó el amor al trabajo agrícola, el que aún sigue ejerciendo.

Cuestión de actitud.  “Si bien es cierto que los años pesan y consumen el poderío  del hombre, no es menos cierto que la vejez es una cuestión de actitud” y que él a sus 93 años  todavía tiene bríos y trabaja.

En aquellos días recuerda la proeza  de haber sembrado un jarro de arroz y haber cosechado diez cajones, que era la forma de medida establecida para esos años, al igual que la fanega, vara, arroba, etc.

Los  gratos recuerdos cuando cabalgaba con su padre, desde Vicente Noble hasta el puerto de Barahona, durante largas horas, le llegan a la mente y nos confirma que eran tiempos inolvidables.

“Es inevitable que las personas miremos hacia el pasado, considero que es  tremendamente refrescante hacerlo, llevamos nuestro pasado con nosotros mientras avanzamos hacia delante, porque es parte de nuestra vida que debemos apreciar, pero lo más importante es poder transmitir a las futuras generaciones nuestras experiencias.

Zoom

Hombre de un solo amor

Y una gran familia

Lorenzo, con toda su lucidez aun, nos cuenta que fue hombre de una sola mujer, con la que procreó nueve hijos, de los cuales sobreviven siete, a los que asegura haber impregnado los mismos valores que su padre le enseñó: La honestidad, el respeto, deseo de progreso, amor a los demás y al trabajo.

Afirma que los 39 nietos y los 20 biznietos que tiene se encargan de llenarle sus días de alegría.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas