Lorenzo Sención Silverio ¡Presente!

Lorenzo Sención Silverio ¡Presente!

Juan Bosch sostenía que “Cien Años de Soledad”, era la mejor obra de García Márquez. Decía que esa novela era comparable con “El Quijote”. Reconozco al escritor colombiano como el último Cronista de Indias, con esa obra donde se creó un universo sostenido en su propia dinámica.
Le dije que, para mí, la mejor obra de García Márquez era “El Coronel no tiene quien le escriba” dado que en ella logra reflejar el espíritu latinoamericano con toda su intensidad.
Bosch era muy tozudo, su profundo conocimiento y su condición de “hombre del Renacimiento hacían respetar su opinión, mantuve la mía hasta el final de la conversación. Semanas después, leímos una entrevista en la cual García Márquez decía que su mejor obra era “El Coronel no tiene quien le escriba”. Ello fue el inicio de una nueva conversación de literatura, de las muchas que tuve la buena fortuna de sostener con ese maestro de la creación literaria, que era Juan Bosch.
Esta semana he recordado aquella conversación y la uno a la frase de José Martí: “todo el que se mete a redentor, termina crucificado”. La historia está llena de ejemplos en ese sentido.
El viacrucis de los que no se alzan con el triunfo, aunque hayan ganado la batalla, pero no la guerra, está lleno de ejemplos sublimes.
La muerte del oficial constitucionalista, Héroe de la Guerra de Abril de 1965, Prócer de la República, Lorenzo Sención Silverio, produjo un nuevo encuentro entre compañeros y amigos que participamos en la Guerra Patria.
Civiles y militares que dimos el paso al frente para enfrentar el enemigo interno y luego hubimos de contener las fuerzas armadas norteamericanas, que intervinieron en un conflicto donde tenían mucho que perder: la independencia y el ejercicio del libre albedrío político de la República Dominicana. Por eso Estados Unidos envió sus mejores tropas, avitualladas con las armas más modernas y el mejor entrenamiento…y no pudieron con nosotros, fue preciso que negociaran la salida del conflicto.
Lorenzo cumplió con su deber como ciudadano, como militar y como patriota: estuvo siempre en el lugar donde debía estar, donde correspondía, conforme a las necesidades del momento.
En su mortuorio nos juntamos familiares, amigos y compañeros. Los rostros serios y serenos de los asistentes reflejaban la tristeza de dar el último adiós a un compañero, miembro de una generación de hombres y mujeres quienes acudimos al llamado de la democracia y la libertad, por el gobierno digno y justo, por el respeto irrestricto a los derechos humanos.
Ese fue el hombre, el compañero, el amigo, cuya desaparición nos conmueve y entristece hoy.
Ahora, nuestro deber es mantenernos en la línea del deber como mejor homenaje a su memoria.

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