Los “desagradecidos” son
la conciencia nacional

Los “desagradecidos” son<BR>la conciencia nacional

Las opiniones expresadas en la prensa diaria en torno al discurso del presidente Leonel Fernández ante la Asamblea Nacional el 27 de febrero de 2011 se caracterizaron por la coincidencia de opiniones contradictorias con ese mensaje.

“La Iglesia Católica, cuya pastoral desnudó los males que sufre la población, vapuleó la rendición de cuentas del Presidente Leonel Fernández ante las cámaras legislativas. El obispo Víctor Masalles enrostró al Mandatario durante el tedeum de la catedral que el pueblo no comía números, en respuesta al auspicioso panorama que había descrito el jefe de Estado minutos antes. Monseñor Amancio Escapa ironizó señalando que el Presidente daba la impresión de que no se refería a República Dominicana.

Miguel Guerrero expresó que el discurso del presidente incrementó la incertidumbre mientras señalaba la falta de armonía entre la política económica y las realidades nacionales.

Ramón Tejada Holguín dijo que Leonel soslayó referirse a las dificultades y no habló de las obvias deficiencias de algunos ministerios ni de la necesidad de reorientar las políticas públicas.

Inés Aizpún destacó que en el imaginario presidencial existen dos países: el de los “desagradecidos”, descrito en la reciente pastoral de la Conferencia Episcopal y el de los “agradecidos” funcionarios del gobierno.

Eduardo García Michel elaboró una simpática sátira, titulada “El Imprescindible”, con tan fina ironía que, por momentos, hasta parecía burlarse de la figura presidencial.

Fernando Casanova opinó que el discurso del Presidente fue una obra maestra de la acomodación de cifras, hechos e intenciones con intereses personalistas. La presencia cada vez más numerosa de los familiares inmediatos induce a creer que se ven como una familia real o algo por el estilo.

Rosario Espinal consideró que no dar 4% del PIB para la Educación es inadecuado e inadmisible. El Presidente desvirtuó su objetivo con datos citados fuera de contexto y, antojadizamente, traicionó “un loable objetivo”.

César Pérez definió que el contenido del discurso fue una reiteración de su tendencia a hablar sobre un país virtual, al tiempo que menosprecia y no tolera las opiniones contrarias a las suyas.

Bernardo Vega indicó que el Presidente pudo haber ordenado que se efectuasen auditorías sobre el patrimonio de cada funcionario. Funcionarios que ofenden al país por carecer de vergüenza al exhibir su mal habida mejoría económica. Opinó que el Presidente no tiene intenciones de frenar la corrupción.

Rafael Acevedo enfatizó que, cuando los Mandatarios “conceptualizadores” no resuelven, aumentan la insatisfacción y reproducen las conductas clientelistas.

Radhamés Mejía precisó que no hay un solo país en el mundo que haya logrado una buena educación con inversiones de menos del 2% de su Producto Interno Bruto.

Andrés Mateo dijo que en ese mundo que el Presidente describió, si él lo habitara, sería convirtiéndose en un personaje imaginario de Onetti.

Lilian Oviedo opinó que el discurso fue extenso y aburrido, no generó un acto exitoso sino un intento infeliz. La estafa cuando alcanza enormes dimensiones es inocultable.

Carlos Manuel Estrella destacó que los olvidos presidenciales, calculados o no, fueron notorios y no llenaron las expectativas de la población. La no asignación de recursos para la educación es violatorio de una ley generada por el presidente Fernández en 1997.

Leandro Guzmán expresó que el Presidente volvió a hacer gala de tremenda oratoria para finalmente dejarnos en Babia.

La sagaz ironía de Sergio Forcadell ridiculizó la imagen creada por Leonel de la República Dominicana que él gobierna.

Homero Figueroa, con la agudeza de 98 palabras de su Espejo de Papel, desmontó la falacia de que el dinero para la educación no garantiza la calidad de ésta.

Monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio recordó que la persona que se compromete a comenzar algo a una determinada hora tiene el deber de responder a ese compromiso. La impuntualidad es una irresponsabilidad.

“Bacho” Pérez Peña consideró que el presidente Leonel Fernández debió remitir un desagravio a Jacques Atallí por la intencionada manipulación de su informe.

Pocas veces Leonel se ha visto tan acorralado ante las indiscutibles evidencias que han denunciado estos analistas. Peor aún, no puede descalificarlos porque representan la conciencia de la opinión pública. Y ésta manifestó total rechazo a la supuesta rendición de cuentas por su manejo del Estado.

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