Los “dominicanos” de Junot Díaz

Los “dominicanos” de Junot Díaz

Crear personajes de cristal para la fantasía literaria a través del cual puedan filtrarse como en un crisol los fundamentales rayos de un período de la historia es tarea genial; aquella en donde se palpen en confrontación opuestos paradigmas tentando a los lectores a optar, trascendiendo, despojándonos de cortezas culturales para recrearnos sobre tal negación en una nueva ecología.

Ese logro de la criticidad novelística creativa, útil al re-encausamiento social, nos sienta como espectadores en el techo de una experiencia histórica para que la convirtamos en plataforma de la trascendencia referida. Es la gracia del genio en autores célebres  como Homero, Cervantes, Tolstoi, Margaritte Duras, Pedro Salinas, García Márquez, Stendal, y otros y otras modelos que con sus obras dan puntada final a épocas, sacando al lector inteligente del sopor de la odisea que narra, proyectándolos hacia tiempos y aventuras creativas nuevas.

La novela “La breve y maravillosa vida de Oscar Wao” es sofocante. Es sus páginas  no corre una sola corriente  de aire, ideas o ternura humana refrescante. Premiada, bien publicitada y mejor mercadeada, expresa y explota  económicamente el inconformismo  conservador, deconstructivo e intelectualmente confuso, presente en los prejuicios de sectores de los EU, donde múltiples espejos deforman realidades parciales manipuladas para vender nuestras escorias como si fueran nuestra totalidad.

Describiendo con el suyo, el morbo  de la psiquis enferma del lumpen o tigueraje de los y las dominicanas de ese guetho en el cual se ambientan las situaciones de las vidas de Belicia Cabral y Oscar Wao, la novela es tan seca como huera, con un tema de interés que concluye eufórica pero decepcionantemente, dejando las sombras de sus figuras caer como estereotipos sobre toda la dominicanía  afectada por la descarga vengativa con la que el autor se expresa y nos vende.

Cierto es que tenemos de sobra esos personajes del sub mundo de la tiranía, actualmente procreados por el poder con el envilecimiento, la corrupción y  otras indecencias con la que paga la subsistencia de esos grupos marginales. Pero aquella como esta realidad no se puede asociar al universo de la nación en proceso de construcción  como la dominicana, aquí y en el  exterior.

El lumpen social, político, religioso, profesional, económico, militar, etc., es el mismo en cualquier País. Es el pasivo de la historia que no se puede extender a colectividades enteras por intelectuales en su ceguera mercurial, o por el trauma, el rencor o el dolor tan común en las mochilas de los emigrados, de los socialmente excluidos o marginados en algún momento de la historia. El talento no da derecho a la injusta injuria, menos cuando no reivindica nada.

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