Los 45 años del USAID en Dominicana

<p>Los 45 años del USAID en Dominicana</p>

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
En estos días la Agencia Internacional del Desarrollo, una dependencia esencial del gobierno norteamericano en otras décadas y ahora con un perfil más modesto, ha estado celebrando sus 45 años de haberse instalado en el país, después que en enero de 1962 se iniciara el proceso de consolidación de la democracia y de la institucionalidad, superado el mal rato de los sucesos del 16 de enero de ese año y posterior restauración del Consejo de Estado, en transición hacia las elecciones libres de diciembre de ese año.

Y como era natural, esa celebración adquirió ribetes muy especiales al elegirse como anfitrión del evento al Instituto Superior de Agricultura (ISA), hija del AID, en donde los expertos norteamericanos, estimulados por el valor de solidaridad y de apoyo comunitario de los empresarios santiagueros, que ya habían iniciado su exitosa Asociación para el Desarrollo, fueron a la fuente de la región que más rápidamente pudo responder al reto para encaminar al país por senderos de desarrollo.

Estimulados por el AID, las fuerzas motoras de Santiago, encabezaron los esfuerzos por la modernización y aparte del ISA surgió como un sueño lo que es hoy la excelente universidad pontificia Madre y Maestra y se colocaron los cimientos de lo que iba a ser el banco privado más poderoso del sistema bancario dominicano que lo es el Popular.

Asimismo, el AID se interesó en otras regiones del país para estimular la iniciativa privada y los esfuerzos comunitarios, sembrando las bases para otros proyectos educativos y para lo que sería años después el colegio agrícola salesiano de La Vega. Este comenzó a tomar forma en planos y estudios que se vieron interrumpidos cuando en septiembre de 1963 se derrumbó la constitucionalidad para luego reaparecer en julio de 1966 con el ascenso al poder en su primer período del doctor Joaquín Balaguer.

La primera administración del doctor Balaguer se consolidó cuando el AID suministró $40 millones de dólares para un plan de emergencia que abarcaba todas las áreas institucionales del Estado, con énfasis especial en la educación, salud, irrigación, acueductos y caminos vecinales. Con ese financiamiento, casi una donación norteamericana, tomó forma el programa de gobierno del doctor Balaguer y le permitió disponer de los recursos para invertirlos en sus primeros complejos habitacionales de Honduras y Mata Hambre e iniciar su vasto plan de obras con los recursos que disponía por el aumento de los ingresos al erario después que por varios meses la nómina estatal era cubierta con los aportes de la OEA y del AID.

Los años finales de la década de los 60 convirtieron al AID en un sostén vital para el gobierno que recibía ayuda, no solo económica, sino asistencia de un organismo que se jugaba su reputación mundial en el país y dedicaba sus notables esfuerzos para suministrar numerosas becas para la capacitación de profesionales dominicanos que carecían de nuevas luces en sus carreras y eran necesarias para el desarrollo nacional, y que luego contribuirían eficazmente al desarrollo nacional, en especial en las áreas agrícolas, educativas y de salud.

El fervor del AID por los trabajos comunitarios se manifestó desde el inicio de sus programas establecidos en el país, y en una acción contundente, se comenzaron a sembrar las bases de lo que sería el despertar comunitario rural con el incentivo a esos humildes campesinos para que mejoraran sus escuelas, sus sistemas primarios de salud y su participación en la toma de decisiones de su futuro. Hoy en día esa siembra ha ido dando frutos con la existencia de instituciones básicas, que como MUDE, han ido rescatando el valor ético, moral y humano de la mujer campesina.

No hay dudas que la presencia del AID en el país ha sido positiva con sus propósitos de cooperación y de ayuda, que han ido modificándose con el paso de los años, desde aquellas primeras inversiones en obras de infraestructura y de capacitación de los dominicanos, para poco a poco irse derivando hacia proyectos más intangibles, que van desde el cuidado a la familia, la planificación familiar hasta el soporte a instituciones cívicas que colaboren eficazmente a la estabilidad democrática, evitando los desvíos tan comunes en estos países debido al elevado grado de corrupción que se ha infiltrado en todos los estratos burocráticos. Por tanto, la ayuda que antes proporcionaba directamente el AID a las instituciones estatales, se descartaron por la incertidumbre de ver los fondos dilapidados y convertidos en lujosos dispendios en residencias y las más diversas derivaciones del sibaritismo de un gasto conspicuo, del que hacen gala los políticos. El AID percibió de cómo mucha de su ayuda no llegaba a sus destinos. De ahí el énfasis en consolidar a los grupos privados honestos y responsables de cada país para que sean guías de sus países como debe ser la línea de acción de las nuevas generaciones, para desplazar a los políticos corruptos que tanto daño ocasionan.

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