Se cumplen los 50 años de los jóvenes que, llenos de ilusiones, terminamos nuestra formación profesional en la Universidad de Santo Domingo, en octubre de 1961. En esa ocasión era un recinto cercado por las autoridades de entonces, que nos permitieron penetrar en pequeños grupos para recibir nuestros títulos.
En aquellos días de confrontaciones, en que ya se comenzaba a vivir una nueva era de esperanzas democráticas, nosotros íbamos a sumergirnos en un mundo bajo la influencia de un activismo político de envergadura, ya que no podíamos sustraernos como jóvenes y llenos de inquietudes, ilusiones y planes, frente a lo que el país vivía desde aquel histórico 30 de mayo de 1961.
Aquel día fue muy significativo para nuestra promoción, ya que dos días después, en junio, se iniciaban las pruebas finales del quinto año y todos nos empeñábamos en no dejarnos arropar por los pujos libertarios que nos contagiaban, contribuyendo a que las calificaciones de aquellos exámenes finales no resultaran tan brillantes como en los años anteriores.
Pertenezco a esa promoción de jóvenes, que llegados en 1956 de casi todos los rincones del país, veníamos llenos de temores de vernos frente a autoridades profesorales que su fama trascendía los límites de aquella pequeña capital. Los capitaleños nos dejaban boquiabiertos, mientras los llegados de los pueblos, en esos días de octubre de inicio de cátedras, recibíamos el entusiasmo de una amistad que se fortaleció durante cinco años, y ha sido fruto de grandes relaciones, que perduran hasta el día de hoy.
Los profesores que nos recibieron constituyeron los fundamentos para nuestra profesionalización, ayudándonos a sortear los baches que arrastrábamos de los liceos secundarios, pero al final formábamos un compacto grupo, que pudimos entrever lo que serían nuestros compañeros como profesionales. Algunos ya han sido llamados por el Padre y hacia ellos van nuestras oraciones, recuerdos y deseos que en su morada hayan logrado el descanso merecido.
Constructores, estructuralistas, expertos en hidráulica, acueductos y hasta en economía, fueron los destinos preferidos de ese grupo que tanta solidaridad ha mantenido en el transcurso de los 50 años, destacándose en aquellos momentos de septiembre de 1960 cuando yo estuve encarcelado en La 40, a raíz de los acontecimientos que ya venían produciéndose desde enero de ese año.
50 años después, nos sentimos satisfechos del largo trajinar de trabajo, tocándonos ahora disfrutar de la familia, de los hijos y los nietos que adornan nuestros hogares.
Mirando hacia atrás, podemos sentirnos satisfechos de que hemos servido al país y a la sociedad con honestidad y responsabilidad en la profesión para la cual fuimos preparados en un Alma Máter, a la que luego se le añadiría la autonomía. Esos profesores, con tanta profesionalidad, fueron nuestros guías, por lo que nos sentimos orgullosos de ellos y les rendimos un sincero homenaje, quedando vivo en nuestros recuerdos su dedicación, y luego, como profesionales, el compañerismo de la clase.
Esa fecha tan memorable, la celebraremos mañana viernes en el Club Deportivo Naco, a partir de las ocho de la noche, en donde disfrutaremos del compañerismo y compartir lo que para nosotros ha sido una de las mejores promociones de profesionales de la ingeniería que ha salido de la Universidad de Santo Domingo.