Los 50 años de “Medellín”

Los 50 años de “Medellín”

En este 2018 se cumplen 50 años de la celebración de la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano que tuvo lugar en la ciudad de Medellín, Colombia, entre el 26 de agosto y el 7 de septiembre del 1968. Sin duda, un acontecimiento trascendente para la vida de la Iglesia latinoamericana. En la “Presentación” del documento final de “Conclusiones” de la Conferencia se expresa claramente la conciencia de la novedad que esta inaugura: “Comienza para la Iglesia de América Latina ‘un nuevo período de su vida eclesiástica’, conforme al deseo de S.S. el papa Pablo VI. Período marcado por una profunda renovación espiritual, por una generosa caridad pastoral, por una auténtica sensibilidad social.” (Conclusiones, p. 10).
Naturalmente, no se puede entender Medellín sin ubicarlo en el contexto del Concilio Vaticano II, anunciado en 1959 por el papa Juan XXIII, que transcurre entre los años 1962-1965 y es clausurado por el papa Pablo VI. Entre muchas otras cosas el Concilio convoca a la Iglesia a dialogar con el mundo moderno-desarrollado europeo, pero también, con el mundo del subdesarrollo. Por ello, Juan XXIII insiste en el mensaje previo del 11 de septiembre de 1962 en que: “… Ante los países subdesarrollados, la Iglesia se presenta tal y como es y quiere ser: la Iglesia de todos y particularmente la Iglesia de los pobres” (Juan XXIII, 1962; Bidegain, 2018, p. 22). Es en esta perspectiva en la que luego consecuentemente se coloca la Iglesia latinoamericana en la Conferencia de Medellín al constatar y calificar la situación de miseria existente en la región:
“Esa miseria, como hecho colectivo, es una injusticia que clama al cielo.” (Conclusiones, p. 51).
En este contexto la única respuesta cristiana posible era y es la de colocarse del lado de los que sufren, de los pequeños, de los pobres. Es esto lo que hace la Iglesia latinoamericana en y a partir de Medellín: testimoniar su calidad evangélica al reconocer con honestidad la realidad apabullante de la pobreza en la región y, en consecuencia, asumir como norte y rasgo distintivo de su presencia “La opción por los pobres”. Con el recurso de una conocida metodología venida de la Acción Católica los obispos al “ver” la miseria colectiva la “juzgan” como “injusticia que clama al cielo” y convocan a “actuar” contra esta situación inhumana a través de una pastoral que privilegiará la inserción en el mundo de la pobreza y la interpelación a los pobres con la intención de cooperar en su “constitución en sujetos de su propio desarrollo”.
Así, un número importante de comunidades religiosas y de grupos de laicos venidos de los movimientos, realizaron importantes procesos de inserción en el mundo de los pobresy de la política generando una dinámica sumamente rica e inédita en respuesta a las intuiciones expresadas y recogidas por Medellín. Las Comunidades Eclesiales de Base, la Teología de la Liberación, el rescate de la Religiosidad Popular, la nueva liturgia, la Educación Popular, la opción política de sectores laicales, entre otras cosas, constituyeron parte del valioso y novedoso paquete de respuestas generadas fruto de esta rica dinámica eclesial. Medellín fue entonces consecuencia y detonante de la osadía y la creatividad pastoral. Recordar este acontecimiento eclesial latinoamericano es una manera de agradecer al Espíritu que se manifestó abundantemente hace 50 años y lo sigue haciendo hoy en condiciones inevitablemente nuevas. El desafío hoy como ayer es disponer oídos, ojos y corazón para escuchar y discernir la voluntad del Dios de Jesús en este presente novedoso que, como ayer, plantea desafíos inéditos a una Iglesia siempre en busca de fidelidad a su misión.

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