La pasada semana participamos por una gentil invitación de su excelencia el embajador de Inglaterra en el país, el señor Chris Campbell y su señora Sharon Campbell, pareja de un trato muy deferente, en la celebración de los 90 años de su Majestad Elizabeth Alexandra Mary, mejor conocida como la Reina Isabel II. Tuvimos el alto honor de conocer a la Reina de Inglaterra en recepciones a las que asistimos en el Palacio de Buckingham, en razón de haber sido nosotros diplomáticos acreditados en la capital inglesa. Ella invita a su palacio, al cuerpo diplomático a dos muy elegantes fiestas, en Navidad y en Semana Santa. Su reinado de 64 años ha sido el de más larga duración del Reino Unido.
Señaló el representante inglés en su discurso que: “Este año celebramos el noventa (nonagésimo) cumpleaños de Su Majestad. Ella nos ha pedido que celebremos su cumpleaños alrededor del mundo como si fuese una fiesta popular, o como lo llamamos en el Reino Unido: un “street party”. Espero que les guste nuestra decoración tradicional, aunque no estemos literalmente en la calle o en la street”. Al él hablar, hice memoria de una gran fiesta popular en Londres, celebrada para la boda de Lady Di y el príncipe Carlos, heredero del trono. A la joven Diana Spencer, antes de ser la famosa “Princesa” fallecida en París la conocimos porque nos fue presentada por el destacado gastroenterólogo Dr. Alberto Santana Núñez. Nos reencontramos, ya como Lady Diana, en el glamour de su principesco reinado, estando nosotros en los jardines del Palacio Real inglés. Al protocolo permitirnos presentarnos frente a ella le comentamos sobre nuestro anterior encuentro y como siempre muy sonriente, lo recordaba.
En la refinada noche, el señor embajador mencionó los reconocimientos hechos por la Reina para tres prestantes ciudadanos ingleses, por sus extraordinarios aportes hechos al país: doña Maureen Tejada, Bridgitte Wooding y el diplomático Steve Seaman. Los hermosos salones tenían una decoración “very british” con muchos motivos ingleses. Ese entorno me indujo a una gran nostalgia de mis años en Londres: “Volví” a comer el famoso “fish and chips”, pescado frito con papas y una rodaja de limón, el cual es uno de los platos más populares. “Volví” a Candem Town, al Pub Fifty Five a escuchar una de mis más gratas experiencias con el jazz. “Volví” a degustar las tardes de té del hotel Ritz y el Dorchester, ambos hoteles señoriales, emblemáticos del Londres refinadamente elegante. “Volví” a saborear un “Steak and Kidney pudding” (pastel de carne de vaca y riñones) en Fortun and Mason, en el 181 de la calle Picadilly (meca del mundo sibarita). Todo lo anterior acompañado del queso azul Stilton y un tinto francés, un Chateau Latour, reserva 2009, con su sabor denso y fuerte.
Volví a rememorar las finas atenciones de los hoy prestigiosos doctores, mis fraternos compadres, los esposos Pedro Pablo Paredes y Rosa América Martínez, y Rosita Pereyra y Rafael Rodríguez, quienes en mi período de soledad en Finsbury, me acogían con el mayor afecto. Volví por igual a disfrutar del Lancashire Hot-pot (estofado de carne, cebollas y papas) en el señorial London Bridge Hotel. Volví a deleitarme con la Orquesta Sinfónica de Londres en el Barbican Centre. Volví a ver en la Galería Hayward la exposición más completa de Picasso. Volví al pub The Eagle en Cambridge (con Frank y Fernando), a degustar su conocida cerveza lager. Volví a Manchester con Roberto Liz y la tía Norka a la biblioteca John Rylands. Volví en Londres a escuchar a los grandes del jazz en el Ronnie Scott, el más famoso club de jazz del mundo, para de ahí pasar al restaurante “Rules” en Covent Garden, el más antiguo de Londres y degustar su clásica carne de corzo. Esa es el área de Londres que más me cautiva, zona de teatros, ballet, refinada bohemia, VIP peoples, galerías de arte, en fin, es un entorno fascinante.
Noten ustedes que hoy no he conversado de medicina ni de neurología, me “autocensuré”. Tengo nexos muy especiales con Inglaterra: ahí estudié, ahí nació Carolina, mi primera hija. También ahí mis otros dos herederos, Omar y Melissa, han egresado ambos muy honrosamente, con los más altos honores de prestigiosas universidades británicas. Por todo esto, levanto yo mi copa con doradas burbujas de champagne, revoloteándose en fina copa de cristal de Baccarat y digo en “un toast” con los muy distinguidos esposos, los embajadores Campbell: God save the Queen!