Los abismos de un debate literario

Los abismos de un debate literario

Los problemas de la actual literatura dominicana y Caribeña superan el marco de una sola teoría o concepción que se nos quiera imponer sin criterios de identificación o definición de área.

Los intereses de un crítico no deben “arropar” las posibilidades, intencionalidades o movilidades de un conjunto o juntura intelectual.

El debate actual sobre el premio o los premios literarios en el país es un abismo, pero además un negocio de la interpretación puramente “tradicional”, impuesto por actores interesados en dañar personalidades públicas, en buscar nombradías, negar aportes, crear indeterminaciones conceptuales, sitios o lugares políticos, beneficios sociales y públicos y sobre todo des-acreditar textos literarios.

Entendemos, por otro lado, que el lugar para debatir de manera continua una problemática teórica o cultural, o para perseguir “contrarios”, no es el suplemento o la revista cultural.

Quien desee escribir un libro con artículos reunidos en torno a un debate o en torno a intereses intelectuales, personales o personalizados, no debe ocupar espacio en un suplemento abierto a la diversidad de juicios culturales, estéticos o críticos, pues semejante situación crea una disfunción comunicativa en el contexto de las ofertas y demandas intelectuales e informativas que necesita el país y también el medio en cuestión. Si así ocurre, el suplemento o la revista cultural se convierte entonces en registro monovocal o monodiscursivo, de tal manera que asistimos a la lectura de consignas, defensas de intereses individuales y a un estancamiento del medio utilizado.

Sin embargo, es precisamente ahí donde pesca el “columnista” o ‘crítico” interesado en difundir una doctrina literaria ya arruinada por sus límites, lagunas, antigüallas y obstáculos teóricos.

No se trata, como ya hemos observado, de una simple instrucción, de una lectura, libre o prejuiciada, sino de un nivel y un tipo de comprensión activado por el conjunto de pensamiento y convicciones de un sujeto que, de una u otra manera, está marcado por las diferentes visiones, objetivos, modos de ver, de leer, crear o estudiar un fenómeno como la literatura y sus diversos géneros discursivos.

Observamos el camino de una historia intelectual y literaria atravesada por signos contradictorios que des-afirman los diversos grados de creación cultural y literaria, justificados también en un falso concepto de identidad cultural y acompañado también de signos de autoridad controlados por el sistema cultural vigente.

Se nos quiere ocultar el hecho de que una teoría, un proyecto intelectual, socioeducativo o literario, propician posibilidades, relaciones, ideas que pueden ser verdaderas y falsas.

La escena de un “escándalo” provocado por intereses políticos de llamados grupos “patrióticos” dudosos y de sujetos con una historia pública discutible, involucra un tejido interminable de “querellas” que deben ser analizadas con prudencia y sobriedad, habida cuenta de lo complejo, turbio y accidentado que resulta todo este trazado, a propósito de una novela premiada.

Sin embargo, ¿qué busca en este conjunto de cardinales y doxas la poética, la teoría del lenguaje, la teoría del llamado ritmo-sentido, del Estado, del signo y del poder? ¿Qué es la poética sino una palabra ambigua, de tradición griega, helenística, romana, latina, romance, vaciada de contenido, ligada a la tratadística de arte y literatura, saco roto donde podemos advertirlo todo y nada a la vez?

Y, ¿qué decir de su uso en nuestro medio donde encontramos desde poética de la moda y la pintura hasta la poética de la poesía y la política?

Hemos visto que el término poética es un designador multivalente con un terrible grado de apertura y ambigüedad.

Allí nos quiere meter, enredar, entrampar el ogro misántropo, misantrópico, meschónico, para alejarnos de nuestro horizonte de búsqueda y crear una alienación crítica, teórica e histórica; redundado y repitiendo hasta la náusea lo mismo, en un discurso que parece no tener fin y que se ha convertido en estado perverso de persecución ideológica. He aquí un obstáculo que, por insistencia y obstinación necias, por apoyo editorial evidenciado y reversión, nos obliga a responder mediante una cardinal correctiva, interdisciplinaria y epistemológica, siguiendo las directrices del acto de leer y producir distancias dialécticas mediante acuerdos racionales basados en propósitos que inciden más en la libertad de pensar, producir bloques y líneas argumentales antidogmáticas, antidoctrinarias, basadas en el horizonte de apertura de un camino abierto a todas las escuelas, vertientes, direcciones de pensamiento, tendencias postcríticas y postontológicas; seguras de sus núcleos o focos gnoseológicos y de su fondo de creatividad cognitiva.

Así las cosas, entendemos que un debate tiene una estructura donde encontramos: motivo, actores contrarios, escenario, argumentos y contra-argumentos, dudas, doxa crítica motivada y resultados plausibles.

Pero en nuestro caso el hablante, el juez, el “criticón”, el radical, el que decide y acusa, es un solo sujeto sin respaldo científico, teórico y heurístico.

La prosa árida, “rocosa”, anómala desde el punto de vista sintáctico, semántico, revindica siempre lo obtuso, lo inconsistente, lo opaco desde el punto de vista de la materia ideológica.

¿Existe en este espacio alguna alternativa, algún turno que pueda interrumpir la incontinencia verbal del mismo sujeto fijo en su tribuna, malgastando espacio y tiempo del lector?

Veamos cómo el “empirismo impresionista”, el ritmo-sentido y los escombros de un vocabulario plagado de indeterminaciones conceptuales, pretenden más bien definir voces o representaciones que poseen su propio archivo temático y formal. No podemos olvidar los aportes epocales de la filología en toda su extensión de estudio y análisis particulares de lenguas, textos, tradiciones, historias del sentido. Tampoco podemos desprocesar o excluir de la reflexión interdisciplinaria y transdisciplinaria la mirada analítica a la luz de la sociología histórico-crítica de la literatura, la búsqueda lingüística y temática del psicoanálisis de la literatura, así como la integración de la teoría marxista de la literatura, el análisis interno y contextual del formalismo ruso, el estructuralismo, la semiótica narrativa y textual, el aporte lotmaniano desde la semiótica de la cultura, la antropología literaria, la etnoliteratura, la hermenéutica literaria, la ontología fenomenológica de la literatura, la teoría blanchotiana del espacio literario, las teorías del discurso, el posestructuralismo, la deconstrucciòn derridiana y demaniana, y otras tendencias, espacios y vertientes que tienen su lugar en el movimiento de la reflexión contemporánea.

Un debate literario que no afirme en sus particularidades y generalidades el valor de la teoría, la crítica articulada sobre la base de un análisis direccional de los textos, ideas y horizontes de lectura, no logrará materializar sus propósitos cognoscitivos, pragmáticos, educativos, pero sobre todo heurísticos. Lo que este debate ha demostrado y sigue demostrando es la carencia de principios teóricos sostenibles en un momento en el que se gestan y discuten nuevos problemas, nuevas ideas y universos sobre la literatura en el Caribe, Latinoamericana, África subcontinental, el Medio Oriente  y otros lugares del planeta.

El abismo producido por una logorrea pertinaz, arcaizante, excluyente y desepocada obstruye lo que podría ser un movimiento orientado hacia la comprensión y metacomprensión de los diferentes marcos o contextos reflexivos de y sobre la literatura-cultura.  Entendemos una vez más que los actores del actual “debate” literario se desarrollan en una instancia de la precariedad teórica y conceptual, pero además desinforman al público lector creando una “telaraña”, una trampa ideológica marcada por diferentes líneas de carencia que, a fuerza de mantener el equivoco de la interpretación, desconocen también el valor real de la literatura entendida como cardinal ideológica y espacio-tiempo de creación.

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