Los abogados y la literatura

Los abogados y la literatura

Un gran número de nuestros escritores ha ostentado la condición de abogado. En la llamada generación del 48, por ejemplo, todos tenían esa categoría académica.  Mir,  Villegas,  Vicioso,  Suro, Lupo Hernández, Rodolfo Coiscou, González Tirado, Valera Benítez, Rafael Astacio, son buenos ejemplos.

Muchos  suponen  que los estudios jurídicos  los acerca a la literatura, lo cual no es cierto.

El lenguaje literario es ajeno a la nomenclatura jurídica, generalmente seca, árida, reiterativa y directa, en contraposición con el idioma de los escritores.

 La  elegancia y riqueza de la imaginación son prioridades.

 Nada más alejado del lenguaje literario que el empleado en el tecnicismo jurídico. 

Las técnicas jurídicas tienen un lenguaje que le es propio y todo abogado debe conocerlo y emplearlo, si además el abogado es hombre de letras y conoce la floridez del lenguaje literario, entonces sin abusar de esto puede dar elegancia y brillo a su exposición, lo cual no es malo, mas no indispensable para lograr los objetivos en los afanes judiciales.

 El escritor que ejerce dilatadamente el oficio jurídico puede terminar por atrofiar sus instintos literarios.

Es justo decir que en los días en que los intelectuales mencionados cursaron estudios universitarios, no existía la diversidad de disciplinas y carreras que hoy tenemos.

Es más adecuado que alguien que quiere ser escritor estudie la carrera de letras en lugar de leyes.

 Nicolás Guillén, poeta nacional cubano fallecido, no escapó a esta situación. Quiso ser abogado, tal vez afectado del mismo error.

 El propio Guillén lo dice en estos versos: “Yo, que pensaba en una blanca senda florida, donde esconder mi vida bajo el azul de un sueño, hoy pese a la inocencia de aquel dorado empeño, muero estudiando leyes para vivir la vida”.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas