Sabemos que hay que trabajar en equipo, pero debemos hacerlo estando consiente de que un equipo tiene que conocerse muy bien para poder ser más eficiente. Y en el matrimonio no es diferente. Antes de casarnos de seguro estábamos acostumbrados a tomar decisiones solos. Sin embargo, eso ha cambiado y ahora tenemos que pensar en lo que nos conviene a ambos. Los dos tenemos que sentir que hemos tomado la decisión juntos. Eso crea la sensación de que estamos trabajando en equipo, no de que se está tratando de ganar a toda costa, o que cuando algo malo ocurra, queramos limpiarnos las manos con que esas “cosas” se hicieron por complacer al otro.
Es importante que reconozcamos que debemos tener una mente abierta. No tenemos por qué coincidir en todo lo que diga o crea el otro, pero tenemos que estar sinceramente abiertos a considerar su punto de vista .Es vital no sólo lo que la persona dice sino lo que realmente quiere decir. Debemos prestar mucha atención a lo que se está planteando y no pensar simultáneamente en qué contestaremos, sino más bien estar concentrados en tratar de entender lo que piensa y siente respecto del tema el otro.
También hay que estar dispuesto a sacrificarse, porque la verdad es que a nadie le gustaría estar casado con una persona que acostumbra a pensar que solo a su manera es que funciona, porque expresa que cuando se ha hecho diferente es que vienen los problemas o que si el otro lo hace, el barco se hunde. Pero todo sale mejor cuando ambos hacen sacrificios, confían uno en el otro y se comparten las decisiones.
Si bien ponernos de acuerdo es negociar, exponer nuestras ideas y escuchar las ideas de otros, entonces, llegar a un consenso haría que todos seamos beneficiados con la nueva decisión tomada entre todos. Esto no siempre es así, pero la regla para llegar a decisiones en la pareja, en la familia y en la vida en general debería ser ganar-ganar.
Cuando acordamos con alguien que cumpliremos con alguna responsabilidad, actividad, o lo que hayamos pactado, debemos respetar nuestra palabra. Esta para mí, es una de las bases elementales en los acuerdos: el respeto. Del respeto de los acuerdos y de la confianza en que sean cumplidos, surge el desarrollo personal, familiar y social. En cambio, no cumplir un acuerdo en la familia puede llegar a ser muy doloroso no sólo para quien no cumplió el acuerdo sino para quien fue afectado por el incumplimiento.
Para poder identificar que debemos llegar a un acuerdo, primero debemos definir con claridad el problema. Muchas veces discutimos y no nos ponemos de acuerdo porque cada uno en la familia tiene su propia definición del problema. Hasta que no definimos de forma conjunta el problema no podremos hablar de él con claridad. Es importante decir lo que queremos decir de forma franca y empática. Tratando de ser amables y cuidadosos con los sentimientos de los demás y no atacando a las personas.