Mi madre decía que no era bonito llegar a la vejez, “una se pone fea, nadie le hace caso, somos un estorbo aún sano, imagínate si la vejez te llega enferma”. Estaba tan convencida, que se fue de este mundo dos meses después de haber cumplido los 70 años.
Murió en 1995. Una ley de envejecientes en esos años era una quimera, que sin embargo llegó tres años después, 1998, en el primer gobierno del presidente Leonel Fernández, y como todas las leyes dominicanas, que son muchas, está cargada de buenas intenciones, pero poco conocida por los sujetos a sus beneficios.
Cuando se aprobó esa ley todos éramos jóvenes todavía, pero los que la aprobaron, los que la promovieron y promulgaron, ya formamos parte de los más de un millón de envejecientes. En esa época éramos más los jóvenes y al haber sobrevivido, porque lógicamente tenemos mejor calidad de vida, los años nos han colocado en el “modo adultos mayores”, un concepto más amigable que el de viejo.
En el ONPECO tenemos un gabinete de adultos mayores, que lo dirige Fellita Caamaño, quien dice que nació para ser siempre joven porque entiende que la vejez es un estado de ánimo y ha optado por la juventud perpetua, sin dejar de considerar que, si los adultos mayores tienen protección dentro del marco jurídico dominicano, no puede quedarse de bruces cuando hay tantas personas que necesitan los beneficios, al menos de la ley 352-98 de protección a las personas envejecientes.
En una reunión del equipo de ONPECO, en su mayoría adultos mayores, surgieron ideas que sería egoísmo si no las compartiera porque pueden servir de línea de base para una revisión de la política del Estado dominicano para la creciente población de adultos mayores en el país.
En la lluvia de ideas fluyó que el marco legal está perfecto, la Constitución protege, las leyes de salud y de seguridad social también, la ley especial y su reglamento igual, de modo que lo que hay que hacer es dar los pasos para hacerla cumplir.
El adulto mayor necesita salud y bienestar. Un adulto mayor sano es productivo, por lo que debe reconocerse sus capacidades y ser utilizadas en ese aspecto esencial de la existencia como es la solidaridad con los demás, eso implica la adecuación de lugares donde interactúen, se ejerciten y socialicen conocimientos.
Contrario a otras épocas, el banco actual de adultos mayores podemos proyectarlo como el caudal de los maestros, porque poseen la experiencia de la vida que es la mejor universidad a la que se puede asistir.
Las condiciones reales de los envejecientes, pese a la ley, son muy precarias, es por esa razón que los dominicanos con habilidades y conocimientos no se jubilan nunca porque ¿para donde van a ir?
En otros países las personas están ansiosas por llegar a la edad de retirarse para que enel tiempo que le queda por vivir puedan disfrutar de lo que no pudieron hacer cuando estaban sumergidos en sus ocupaciones cotidianas.
Podemos identificar la vulnerabilidad del adulto mayor en la soledad, las barreras arquitectónicas, la carencia de espacios como una sala familiar, de lecturas, de terapia física, espacio comunitario en los multifamiliares, salas y emergencias especiales para los adultos mayores en clínicas y hospitales, la utilización de las experiencias de los adultos mayores para que dediquen algunas horas a trabajar con algún incentivo económico.
Los mayores muy pobres, son llevados a los “asilos” que no son tales. Se requieren espacios dignos para estar hasta el fin de la existencia. Es un derecho.