Los altos costos de la política

Los altos costos de la política

La inversión en política es sorprendentemente alta en nuestro país, si se la compara con los beneficios que, a la postre, devienen de la misma. Con cargo al erario se financia parte de las campañas de los partidos, con sumas proporcionales a las votaciones obtenidas en las elecciones. Y los mismos partidos se agencian recursos para cubrir sus gastos en este renglón. Se calcula que en 63 días de campaña con miras a las elecciones de mayo, se gastarían dos mil millones de pesos.

Pero la “rentabilidad” de esta inversión, evaluada en términos sociales, es generalmente muy baja y cuando no, negativa. Muy poco o nada del resultado de campañas tan costosas llega a materializar en soluciones para problemas del país. Una buena parte del beneficio es para los partidos y los candidatos ganadores. La población percibe muy poco de estas ganancias y las soluciones de los problemas se aplazan.

Ese pobre retorno de la inversión en política obliga a pensar en una  ley de partidos que modifique de manera radical el estilo de ejercicio político que nos gastamos, que contenga pautas para objetar postulaciones por razones éticas y que sancione la violación del derecho a elegir y ser elegido en el seno de los partidos. Hay que reducir los costos y aumentar los beneficios sociales de nuestra política.

Es necesario que ahorremos agua

El agua es un recurso natural del que disponemos cada vez menos. Las causas no son únicamente estacionales, como la sequía actual, sino también porque las fuentes de abastecimiento son menos mientras aumenta la demanda, el consumo. En la coyuntura actual, varios surtidores de nuestros acueductos están virtualmente secos y no se sabe cuánto durará esta situación. Para garantizar el abastecimiento de la población es necesario un uso racional de las disponibilidades.

Salvo en coyunturas como la que atravesamos, no se escucha a ninguna autoridad promoviendo el ahorro sistemático del agua. No hay campañas, y mucho menos políticas oficiales, dirigidas a este propósito. Solo la sequía dispara las alarmas. El cambio climático y básicamente el calentamiento global, obliga a practicar la austeridad. El agua se nos escapa entre derroche,  fugas y  falta de políticas  para promover el uso racional de este recurso insustituible.

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