Son sinceros, leales y solidarios, los amigos de infancia de nuestra generación. Hombres de bien en la mayoría de los casos, profesionales brillantes en todas las ramas del saber y el conocimiento humano, se forjaron bajo un código de ética y moral inviolable hasta la muerte.
Recibimos con mucha frecuencia, especialmente cuando nos une el dolor y la alegría, testimonios de afecto, reconocimiento y aquella nostalgia de los tiempos del pasado, mutuamente hacemos de esos fortuitos encuentros una forma ideal de consolidar nuestras raíces.
En los amigos de infancia el éxito de un compañero es compartido por todos. No existe en nosotros envidia o celos por el triunfo de aquellos con los que estudiábamos juntos y en mi caso particular lo que he recibido ha sido finas atenciones y el más sincero de los afectos.
Difícilmente, por no decir que sea imposible, surjan generaciones con esas cualidades. Hemos visto a grandes políticos, militares y empresarios expresar: déjenlo pasar es mi amigo, no importa su ideología, lo que constituye una de las virtudes más preciadas del ser humano.
La moral y cívica que se impartía en las escuelas, que ha sido reivindicada por ese original dirigente político Luis (El Gallo) Moreta, fue en gran medida responsable de los buenos atributos en todos los órdenes de esas generaciones, complementada por la educación familiar que forjó hombres y mujeres con un estricto apego a la vida correcta.
¡Loor y reconocimiento a los amigos de infancia porque son una expresión auténtica y desinteresada de la fidelidad, gratitud y lealtad!!