LOS AMIGOS DE LOS VIERNES

LOS AMIGOS DE LOS VIERNES

El papa Francisco ha pregonado que quiere que la Iglesia vaya a la calle; de esa idea surge en algunos países la Pastoral de Calle, y en República Dominicana le tomaron la palabra los jóvenes católicos: Julio de León, Caroll Mueses, Waldo Brea y Erolis Ramírez, quienes desde el 2013 realizan voluntariado de ayuda a personas sin techo.
Esta acción social, que se denomina ‘Pastoral de Calle’, se realiza todos los viernes, de 7:00 a 9:00 de la noche en el sector de Villa Consuelo y de 9:30 a 12:00 de la medianoche en Ciudad Colonial, durante todo año.
Comenzó cuando este grupo de chicos -todos profesionales- sintió la necesidad de ayudar al prójimo, en ese entonces indigentes.
Con los años los voluntarios aumentaron y los beneficiarios también. Ahora no solo ayudan a personas que duermen en las calles, sino también a todo el que tenga una situación de salud, incluso económica.
“Básicamente lo que hacemos es tener un encuentro lo más cercano posible con personas que viven en las calles, leemos el Evangelio del día, compartimos un momento de amistad mientras repartimos la cena”, explica Julio de León.
Si bien su creencia es la católica, de León asegura que los mueve más el sentido social y el deseo de llevar un momento de amor a personas que aparentemente no tienen nada que ofrecerle a la sociedad, porque han perdido todo en las calles. Son prostitutas, adictos a las drogas o alcohólicos y enajenados mentales que por azares del destino un mal día terminaron solos, deambulando por las calles.
“No tenemos expectativas de cambios en ellos; lo hacemos porque tuvimos ese llamado de servir y llevar un poco de aliento a los más necesitados”, expresa.
La inspiración. Caroll Mueses -quien es reportera de la sección Rostros, de este diario- recuerda con ilusión el primer día que empezaron esta obra y se sorprende de ver cómo se han multiplicado los amigos y las colaboraciones con el paso de los años.
“La primera noche que hicimos este servicio arrancamos en el parque Braulio Álvarez, en Villa Consuelo; seguimos caminando desde ahí hasta la calle José Martí, repartimos 18 raciones a las personas que duermen debajo del elevado”, cuenta.
Y sigue… “A la semana siguiente ya eran 22 y al mes llegaron a 50 las personas, por lo tanto había que recaudar más raciones de cena, que en principio era solo pan y chocolate preparado en las casas de Caroll y Julio con ayuda de sus familias, pero por al día de hoy ya se ha ampliado el menú”.
¿Qué hacer? Fue la pregunta del grupo, porque abandonar la causa no era una opción para ellos. Y fue ahí cuando deciden llevar sus nuevos amigos al patio de la parroquia San Pedro Apóstol, de Villa Consuelo.
En principio algunas de las personas de la calle que reciben la comida se sentían incómodas al ver a gente extraña que invade su privacidad, sin embargo, la mayoría ya conoce a los jóvenes que van cada semana.
Una de las cenas del mes es donada por restaurantes, mientras que un colmado del sector dona algunos utensilios y personas motivadas por la causa donan dinero o alimentos crudos. Otros voluntarios dan horas de trabajo cocinando y sirviendo la cena, otros ofrecen ropa.
Solidaridad que se contagia. Además de compartir el pan con los más necesitados, los chicos buscan inspirar más personas, tal como le pasó a Carlos Guzmán el “nuevo” de la Pastoral de la Calle, quien llegó por casualidad invitado por Caroll Mueses y se enamoró de esa acción tan hermosa, a tal punto, que en menos de dos meses ya es responsable de servir la comida de los amigos de la Ciudad Colonial.
“Yo siempre he tenido la intención de ayudar a los necesitados, pero nunca lo había concretado; cuando llegué a la parroquia y vi con el amor que estos muchachos realizaban esta labor, me dije: “¡aquí es que voy!”, expresó.
Amor con amor se paga. Los amigos dicen que el eje central de este servicio es la amistad, poder dar su tiempo para hacer sentir queridas e importantes a esas personas que habitan en medio de la nada, “la emoción con la que nos reciben en cada esquina y la oportunidad de ser un buen cristiano, es la paga”, concluyen Julio, Caroll y Carlos.

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