Los años difíciles del matrimonio

Los años difíciles del matrimonio

Cada vez que se mete unos tragos de bebida alcohólica en el buche, mi amigo lanza por su boca rayos y centellas contra su esposa.

-Esa caraja me tiene al borde de la locura con sus pleitos, sus celos, y el espionaje continuo al que me somete- me dijo el pasado sábado cuando nos encontramos en la fiesta de cumpleaños de un amigo común.

 -¿Cómo se manifiesta ese espionaje?- pregunté, intrigado, porque era la primera vez que se refería al tema.

-De todas las formas posibles, pero fundamentalmente con los teléfonos, tanto el de la casa como el celular- respondió, añadiendo la conocida y desahogante palabra que rima con moño, y lanzando par de trompadas a un contrincante imaginario.

-Cada vez que una de mis conversaciones telefónicas pasa de quince minutos, comienza a darme vueltas, con las orejas más paradas que las de un perro guardián en las horas de la madrugada- dijo, repitiendo en aumentativo la mala palabra.

 -¿Y ha descubierto alguna de tus infidelidades mediante ese caliesaje?

Formulé la interrogante, a sabiendas de que casi todas las casadas, cuando sus maridos usan la vía telefónica, tienden a enderezar los cuadros colgados en las cercanías.

-Más de una, porque es algo archisabido que ningún hombre dominicano es totalmente fiel en una relación tan terrible y aburrida como el matrimonio, y he podido comprobar que muchas mujeres están convirtiendo en venados a sus parejas- afirmó, con expresión de convencimiento en el rostro.

 -No todos los matrimonios califican para los términos despectivos que usaste; conozco parejas que se llevan muy bien, y son realmente felices – repliqué, provocando una mueca de escepticismo en mi matrimoniófobo interlocutor.- Además, si el tuyo fuera tan malo, hace tiempo que te hubieras divorciado, porque llevas muchos años con tu mujer.

-Treinta, aunque a veces siento que son realmente sesenta, por lo pesado que me resulta llevarlos. Me atrevería a afirmar que me han provocado una especie de joroba emocional, y lo peor es que me faltan veinte años de sufrimiento de origen conyugal- aseguró.

-¡Veinte años ¡Exclamé, sin entender.

-Es que alguien dijo que los años más difíciles del matrimonio son los primeros cincuenta, y que a partir de ahí marcha bien- respondió, permaneciendo impasible ante mis carcajadas.

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