Cada día es más difícil vivir en un país donde brilla más que el sol: lo vulgar, lo grosero, lo cliché, lo morboso, lo superficial, lo material, el festival del “mínimo esfuerzo”. Cada día es más difícil vivir en un país donde si no encajas en un estereotipo específico pagas el precio de la exclusión. Los años pasan para dar sabiduría a la gente, pero aquí parece que se convierten en gotas de lluvia y la gente viste impermeables.
No juzgo si está mal o bien, no me corresponde, sólo digo que es difícil, porque a uno le gustaría que la balanza esté más equilibrada y haya de todo un poco, y no tanto de una misma cosa, el espíritu va quedando mutilado en la selva donde reinan los fanáticos de Louis Vuitton, que no saben pronunciar el nombre, pero cargan las carteras como el símbolo inequívoco de que han triunfado en la vida. El país donde tener un Iphone es más importante que saber escribir. ¿Por qué seguimos siendo tan ciegos que sólo vemos la envoltura de lo que nos llega?
Puedes ganar el premio Nobel de física cuántica y ser neurólogo en el espacio, ganar un Oscar, cinco Grammy, pero nadie te perdonará si no llevas el “vestido” adecuado. Lo único que importa es “la pinta”. Aquí no importa que tanto te esfuerces, nunca es suficiente. Puedes hablar de Amor pero sólo te creemos si te vistes como la Madre Teresa de Calcuta, si sacas una foto en bikini entonces como no tenemos donde “etiquetarte», no nos caes bien. La idea de competencia está basada en “el que más suene” o sea el trabajo no es importante, la fama por la fama sí. Por eso muchas personas terminan haciendo cosas en las que no creen y que incluso, un tiempo atrás atacaban.
Las mismas personas “educadas” aclaman por un “mejor país” pero cuando se les presenta en la vida real la oportunidad de apoyar iniciativas realmente con valores NO lo hacen. Pero en Facebook y Twitter, todos salvan al mundo del “político corrupto” de moda. El nivel de hipocresía supera el nivel de oxígeno, se hace difícil respirar. Es una sociedad que estimula el engaño, la mediocridad, porque no existe un sistema establecido donde se premie la excelencia del ser en todas sus dimensiones. El país donde el «coro» que hagas a los que tienen poder es directamente proporcional a nivel de vida que tendrás. Cuando alguien como Pedro Martínez, que no tiene un origen de riquezas ni viene de un “colegio bilingüe”, triunfa, lo logra fuera, no aquí. Nos conformaríamos con hacer realmente lo que nos gusta y poder vivir de ello, pero aquí es misión imposible y aquellos que insistimos caminamos en el puente más alto de la Tierra, hecho con el más fino de los hilos.
Sé que no estoy diciendo nada nuevo, pero me llama la atención como nos quedamos con “los impermeables puestos encima” los años pasan y no aprendemos nada, pero cacareamos las mismas demandas.
Sólo me quedo aquí por amor, aún no sé si es la razón más inteligente pero hasta ahora ha sido bastante convincente en su argumento. Quedarme se ha convertido en la gran demostración de amor para toda la gente que quiero. Seguir trabajando aquí es mi agradecimiento para los que han creído en mí.
¡Namasté!