De cada diez personas, al menos 8 utilizan el Face Book. Un sitio web de redes sociales a la que cualquier persona que tenga una cuenta de correo electrónico puede acceder.
Creado por Mark Zuckerber, actualmente más de 120 millones de personas son usuarios activos alrededor del mundo, quienes comparten sus gestos y sentimientos por esta vía que a mí, en lo particular, me resulta la práctica menos saludable por el riesgo que implica estar ventilando datos que deberían mantenerse en la intimidad de un hogar, de una familia.
Resulta espantoso, en honor a la verdad, escuchar a una amiga, al llegar a mi casa y ver una foto de mi nieto en mi sala, decir: esa foto la vi en Facebook.
Una foto que recoge un momento de estricta intimidad familiar, mi amiga, a quien hacía más de dos años que no veía, había podido tener acceso a ella. Y que ella la haya visto sería lo de menos; la considero mi hermana pero, al igual que ella, ¿cuántos habrán tenido acceso a ese momento de la vida de mi nieto? La foto de un niño circulando por quién sabe dónde.
¿La gente ignora el peligro que eso representa? Ella no habrá sido la única. ¿Cuándo comenzamos a perder el derecho de privacidad? ¿Quién nos lo arrebata?
Esos apasionados usuarios de Face Book deberían, antes de divulgar esas fotos que recogen momentos, muchas veces de intimidad, pensar que no todo el que es captado por el lente de una cámara (en un momento de relativa intimidad) desea estar circulando por Internet.
Erróneo es pensar que todos deseamos ser tan expuestos.