Los artistas ¿ángeles de paz?

Los artistas ¿ángeles de paz?

Definitivamente que el ser humano es bueno en esencia y se aprecia cuando gusta de la música y la disfruta. No importa el género, ni quién la interprete, sea clásica o popular, sea merengue o bolero, reggaetón, fusión o música pop, hay en ella el sentimiento del que la compone, del que la toca o del que la interpreta. Y no hay dudas de que ese sentimiento llega a la fibra sensible de cada ser pues cuando ves la gente reunida en torno a la música, aprecias almas en su estado más puro al unísono de una canción, llevada de la mano del artista que pone en su estilo la personalidad que lo define y con la que se identifica el auditorio que lo acompaña.

Estaba en el concierto Serenata de Danny Rivera alguien que me legó una enseñanza de entereza en quizás la primera de sus presentaciones en el antiguo Conservatorio Nacional de Música en Santo Domingo, hace muchos años.  Aunque el espacio era pequeño, se notaba que apenas unas diez personas esperábamos su presentación. Salió al escenario, miró su audiencia y rápidamente reaccionó, y dijo “vamos a cantar en familia, acompáñenme”.

Esa noche para mí fue una lección inolvidable de cómo el propio ser humano se hace dueño de su destino, aparte de haber disfrutado de los éxitos que en aquellos momentos eran parte de los himnos de exaltación al amor que él interpretaba. Hoy y siempre, sus presentaciones han estado a casa llena, colmadas de ese ambiente de paz y alegría al que una música, por demás, exquisitamente interpretada, nos hace escalar.

Esta historia de artistas se repite día a día en todas partes del mundo. No importa para nadie si hay crisis económica, si hay vacío de sentir o si por el contrario es que el amor ha llegado. Esa sensación  se vive en todos los conciertos que llevan a los artistas a darse al público y seguir siendo, sin saberlo, chispas de alegría que encienden multitudes. 

En un reciente concierto en el Madison Square Garden por igual  una docena de renombrados artistas populares colmaron la sed musical de miles y miles de espectadores, en la celebración de los 50 años de ejercicio de un comunicador de la radio que ha pasado sus años complaciendo los oyentes.

Y como siempre, en este concierto, el de Danny y de otros artistas, en sus presentaciones fluye un sano contagio colectivo con ellos en escena cuando unen sus talentos y  voces para cantar, y al liberarse el espíritu surgen los coros del público que acompañan al cantor en su interpretación, cantando y palmoteando al ritmo de las notas musicales que no tienen fronteras, ni credos.

Es cuando el éxtasis se apodera de las almas y no hay espacio para la tristeza y el rencor. Es que parece que las canciones dejan de tener dueño y se socializa el mensaje de amor que se lleva en el pecho como un madrigal. Y cuando las letras de las canciones son por demás pura poesía, que como flores esparcen su perfume sutil por los sentidos, es cuando sales embriagado de una fuerza nueva para ver los colores de la vida y la belleza del ser humano cuando está libre de prejuicios y en armonía perfecta con el espíritu.

 Esto me lleva a reflexionar si pudiera decirse que los artistas son como ángeles de paz enviados al mundo para alimentar el alma de los pueblos con la sinfonía de sus creaciones, aunque en el interior de cada uno de ellos no siempre brille por igual lo que dejan para los demás en sus interpretaciones. Así muchos se quedan solos cuando la fama del momento ha pasado y mueren olvidados, aunque su música queda por siempre para seguir llenando de paz las almas de los que vendrán. 

Ojala pudiéramos todos vivir cada momento de nuestras vidas bajo el influjo de la música y de estos ángeles mensajeros. Así quizás  no haya más espacio para tantos desmanes que estamos sufriendo al ver la indolencia en que caemos cuando se aniquila moral o físicamente a otro ser humano.

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