Los asuntos militares eran incontrolables

<P>Los asuntos militares eran incontrolables</P>

¿Corrupción en el Triunvirato? Di que yo me reí, eso no es verdad. ¿Las cantinas? Eso era un camión de whisky. ¿Belisario? Era un niño de teta comparado con lo que vino después; él era un troglodita, sin embargo, sus hijos salieron muy buenos. Con respuestas como esas se produce en gran medida el recuento del paso de Ramón Cáceres Troncoso por el Triunvirato. Llegó a esa posición invitado por  Donald Reid Cabral, con quien quedó  gobernando el país en lo que se llamó “El Triunvirato de dos” porque Ramón Tapia renunció “por el pleito con todos los guardias, tuvo disgustos por la actuación de los militares”, narra.  Tavares Espaillat, también abdicó.

Cáceres pasaba unos “días felices” en Italia, como embajador, y su matrimonio se recuperaba de la pérdida de un niño que había sufrido su esposa “Mati”, cuando Reid  le llamó para ofrecerle el cargo de secretario de la presidencia. “Quería que viniera a ayudarlo con todas esas cosas que se plantearon bonitas pero que salieron feas, solo él estaba en el Gobierno. Quería terminar con unas elecciones normales, pero no se pudo”, declara.

Las fotos del Triunvirato son las más abundantes. En algunas  aún aparece Tavares Espaillat.

-¿Es cierto que Reid Cabral aspiraba entonces a la presidencia de la República? -“Claro que sí, pero yo no. Él hablaba de eso, pero tampoco con mucho entusiasmo, el Triunvirato tenía que enfrentar todos los días una vaina nueva”, contesta refiriendo conspiraciones militares, ataques de políticos,  protestas de obreros y estudiantes,  divisiones “entre la gente de Wessin con el CEFA y Neit Nivar en San Cristóbal”, luchas entre militares nuevos y “remanentes de la Era”.

“Hubo un error capital: debimos haber nombrado un secretario de las Fuerzas Armadas, mi candidato era Rivera Caminero, el mejor de todos los jefes militares, pero Donald era indeciso en esas cosas”, sostiene.

Para Ramón Cáceres, la situación en el Triunvirato era “imposible de controlar, sobre todo en el aspecto militar, quitamos muchos, pero no podíamos quitarlos a todos”.

Aunque en las fotografías lucen serenos compartiendo  con oficiales de San Isidro, la realidad del Triunvirato, dice, era diferente. Enfrentaba huelgas, manifestaciones de protesta, descontento en el comercio que sentía como competencia desleal las llamadas “cantinas militares” con capital supuestamente autorizado por el jefe de la Policía, general Belisario Peguero Guerrero. Su acercamiento a los guardias fue estratégico, pero no dio frutos.

-Se comentó que Donald Reid organizaría unas elecciones acomodadas para permanecer en el Gobierno-, se le comenta, y responde: “¿Con qué poder? Analiza el poder a ver si lo tenía. Lo tuvo Balaguer y tuvo que buscar un testaferro en 1974”.

-A usted se le imputa haber sido un aliado de los norteamericanos…- “Como hay tanta gente que lo es ahora. Yo tenía relaciones con todo el mundo, no solo aquí, en el Departamento de Estado. Ahora no, ahora hay que firmar mil papeles y para entrar a cualquier oficina te pasan los rayos”, replica refiriéndose a los controles electrónicos.

Durante ese Gobierno se puso de moda en la oposición el eslogan “Cuente los Austin”, atribuyendo la importación de esta marca de vehículos a Donald Reid, socio de la empresa “Reid & Pellerano”, quien los distribuía. Decían que los traía libres de impuestos. Al respecto explica Cáceres: “Era un anuncio que tenía Tuturo (Arturo Pellerano) en el Listín y lo usaron con fines políticos, pero había más Volkswagen y Fiat que Austin. Era la época de los carros pequeños”.

Cáceres no era partidario de una “vuelta a la constitucionalidad sin elecciones” y el recuerdo de su paso por el Triunvirato es “horrible, triste”, por eso, al ser derrocado se retiró de la política. Condena que se tergiverse la historia “por intereses turbios y mezquinos. Saben la verdad y no la escriben adecuadamente”.

Sublevación. El 25 de abril de 1965 fue derrocado el Triunvirato con la sublevación de campamentos militares anunciada por Peña Gómez el 24. Ese día, “Rivera Cuesta va donde Donald y le dice que Álvarez Holguín, a quien habíamos reintegrado, tenía alborotado el cuartel, que debíamos cancelarlo ya. Agarraron a Rivera Cuesta y ahí empieza todo el revulú”, manifiesta.

“Nos fuimos discretamente en una ambulancia con Giovanni Gutiérrez, el coronel Aquiles Hernández y su hijo, el teniente Iván Hernández Oleaga, a la casa de José Antonio Caro y Marinita Ginebra de Caro, en la calle Los Pinos”. Pasó una semana hasta que los fue a buscar el coronel Heywood “y nos llevó a la embajada americana”.

Mandaron a buscar esposas e hijos pero al otro día se marcharon porque la situación en esa misión era insufrible. Cáceres fue a su residencia de la “Máximo Gómez” 21 donde permaneció 15 días hasta que el embajador de Ecuador, Eduardo Dorquea, lo transportó en su carro hasta el hotel El Embajador donde abordó un helicóptero hasta el aeropuerto para transportarse a Puerto Rico de paso hacia España, Miami, Guadalajara.Allí permaneció hasta que su primo Héctor García Godoy asumió la presidencia provisional de la República. “Después, no he participado en ningún gobierno, ¡en ninguno!, por la decepción de ver cómo en este país, desgraciadamente, no agradecen nada”.

Hoy despacha en sus oficinas con familiares y con Malvina, su asistente de más de 40 años. Fue miembro de la Junta Monetaria, del Consejo Directivo de Banreservas, Patronato de Cedimat,  la junta de directores de la Universidad Católica Santo Domingo, todas posiciones honoríficas.Lee, oye música, viaja, frecuenta el teatro. Es el único vivo de los gobernantes emergentes de ese tiempo. A pesar de sus años, dicen que irradia poder. Piensa que es “porque tenemos dos abuelos presidentes y, en el fondo, cada país quiere ser dinástico”.

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