Los avatares de la dominicanidad

Los avatares de la dominicanidad

Han transcurrido  158 años de la ocurrencia de un arriesgado grupo de dueños de la tierra del noroeste del país que decidieron sacudirse del yugo español que había vuelto en 1861 a imponer su coloniaje.

Fue una arriesgada decisión, que el amor a su tierra y contando con el apoyo de sus antiguos enemigos de Haití, la hazaña se cristalizó después de una cruenta sucesión de eventos bélicos de singular resultado para el improvisado ejército  dominicano durante cuatro años.

En el presente podemos vanagloriarnos, y celebrar con orgullo nacionalista, que aquellos antepasados nuestros tenían razón de imponer su decisión de ser libres y no apoyarse en otras naciones para sobrevivir a una notable pobreza y a un asedio de una nación vecina que no aceptaba la independencia dominicana.

La rebelión de los cibaeños en Capotillo señaló el camino para que el país poco a poco se fuera integrando a la lucha del desalojo español.

Se le hizo  la vida imposible en el Cibao y en las llanuras orientales   a las tropas interventoras y a sus aliados dominicanos  que no creían en la nación. 

Fue una larga cadena de confrontaciones, algunos de ribetes épicos, donde el valor criollo contando con el  valor invencible de Gregorio Luperón  se impuso a la superioridad bélica de una nación que mantenía su poder en el mundo del siglo XIX.

Desde entonces se grabó con ribetes de heroísmo imperecedero, y no reconocido en su totalidad, el amor del dominicano por su tierra que pese a ser una mezcla de razas muy singular sabía que la tierra que pisaba y cultivaba era suya y que debía protegerla de quienes la apetecían desde los vecinos haitianos hasta extranjeros tanto europeos como ya americanos  del continente reconocedores de la riqueza que albergaban los terrenos de la nación dominicana.

Hemos estado rodeados y sumergidos en un gran avatar que el patriotismo ha estado presente en una forma rústica pero sincera.

Pese a las debilidades formativas y morales  de los dominicanos que nuestros antepasados nunca creyeron en su patria y que ahora en el siglo XXI se venden en burdas maniobras de cohecho con un dinero que llega a manos llenas para los que buscan rápidos beneficios en sus actividades políticas y comerciales.

Este 158 aniversario de la Restauración tiene la singular ocurrencia del primer aniversario de la instalación de un nuevo Gobierno bajo la bandera  de una nueva denominación política que sin novedades y manteniendo la tradición y el hacer de los demás partidos pretendieron llegar como sangre nueva incorruptible con lo que atrajo a millones de votantes hasta poder desplazar al singular proceder de un partido que se creyó dueño  por completo del país.

Estos se creían insustituibles y dueños del país y de sus recursos de los cuales se apoderaron a conciencia forjando fortunas que ahora son cuestionadas y juzgadas a primera intención severamente. 

Hay brotes de quienes pretenden ocultar sus posibles hazañas dilapidadoras bajo otras maniobras mas sofisticadas para ver si pueden lograrlo.

Y es que con los gobiernos del PLD surgieron las fortunas más increíbles plasmadas en hermosas residencias, resorts en playas y montañas y equipos de recreación como yates y aviones muy extraños en la vida del  pasado del rico  dominicano.

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