RAFAEL MOLINA MORILLO
Saddam Hussein fue un dictador terrible. Fanático, por demás, es posible que haya sido un potencial peligro para el mundo occidental, y talvez hasta para la humanidad.
Saddam Hussein está ahora preso por los americanos, en una cárcel de su propio Bagdad, acusado de horrendos crímenes.
Pero, con todo y eso, hay cosas a las que nadie tiene derecho. Eso de exhibirlo ante el mundo en ropa interior, en inmundos calzoncillos, es un abuso cuyo efecto negativo se revierte contra quienes lo han permitido y quizás promovido.
Hay que respetar hasta al enemigo, sobre todo si éste ha sido ya vencido.
Alguien dijo que hay que saber ser grande en la derrota y humilde en el triunfo.
Parece que los carceleros de Hussein y los titiriteros que mueven sus hilos no conocen esa gran verdad.