Los burócratas políticos de la burocracia

Los burócratas políticos  de la burocracia

Ninguna sociedad puede sobrevivir y desarrollarse libremente si sobre ella pesa una burocracia ineficaz, corrupta y desproporcionada. Max Weber (Economía y Sociedad, Fondo de Cultura, 1964) fue quien con mayor profundidad estudió el fenómeno desde el punto de vista científico-sociológico, definiéndola como “el tipo más puro de dominación legal”, precisando su categoría y características fundamentales: autoridad, jerarquía, competencia, profesionalidad de sus miembros, sometidos a una disciplina rigurosa y goce de una remuneración no lucrativa, fijada en concordancia con la jerarquía del cargo y acorde con méritos alcanzados, experiencias, niveles de responsabilidad y complejidad calificadas.

Mientras cursaba estudios de Maestría en Administración Pública, un profesor al abordar el tema gustaba citar una frase de un bien conocido líder político que, comparado el cambio político de gobierno con cambios sustanciales en la burocracia, era un juego de niños una vez esa casta se burocratizaba y entronizaba en el poder

Así ha sucedido históricamente, degenerando movimientos revolucionarios, sin hablar de Concho Primitivismo local. Cada vez que el estamento político de una nación se apodera de la burocracia, ya sea por elección popular, golpe de Estado, o designación, la contamina; considera el erario público y los cargos administrativos como cosa propia. Un “botín político”, del cual puede disponer a su antojo, siendo patrimonio propio del dictador o del partido gobernante según la doctrina del Presidente Andrew Jackson, partidario del democrático “Spoils system” para excluir y favorecer a los suyos, lo que habría provocado una “grosera corrupción y deplorable ineptitud”, hasta la promulgación de la Ley Pendleton que instituye el Servicio Civil y Carrera Administrativa tras el asesinado de Presidente Garfield por un “desesperado busca empleo desengañado.”

Trujillo optimizó el servicio público en muchos aspectos, siguiendo el patrón Weberiano, ajustado, en parte, a su estilo dictatorial: Autoritarismo, subordinación, organización, eficiencia, disciplina, supremacía de la ley, siempre que no chocara con su ambición desmedida de poder y riquezas, trillado por su perversidad sin límites. Ajusticiado, sus continuadores trujillistas y los mesiánicos minaron lo poco de bueno que dejó su gestión administrativa. La administración, pública, “res pública” fue asaltada. El botín de políticos y empresarios inescrupulosos entronizaron la impunidad, la corrupción, el clientelismo, el rentismo, el favoritismo, canonjías irritantes para alcanzar el poder, enriquecerse y perpetuarse, legitimados por el voto cautivo de las grandes mayorías nacionales sumidas en el engaño, la pobreza, la ignorancia, víctimas de la demagogia y del desamparo.

Las próximas elecciones se acercan y el cuadro político dominante no acusa cambios significativos. La Junta Central Electoral exige 4 mil millones de pesos para organizar una falsa democrática que desde la óptica del partido gobernante, dividido en dos bandos, descansa en cómo garantizar la impunidad y permanencia de estatus quo. Al grupo opositor le será difícil superar esa situación si desde ahora- el tiempo apremia – no compacta una política unitaria que armonice valores y principios fundamentales que oriente el quehacer político y el quehacer administrativo. Compartiendo responsabilidades sociales con distintos sectores de la sociedad y los medios de producción. Quebrando el mesianismo tradicional.

 

Publicaciones Relacionadas

Más leídas