Los calimetes en las presas

Los calimetes en las presas

El pasado 6 de marzo el ex-presidente Hipólito Mejía admitió que el escalamiento en el costo del contrato del sistema de acueductos en la Línea Noroeste se hizo para “llevar agua a otras cinco comunidades y para que los acueductos funcionaran por gravedad, en lugar de usar bombas de impulsión”.
Ya sabemos que “las cinco comunidades” no tienen nada que ver con la Línea Noroeste y que se elevó el presupuesto, para empezar, en 40 millones de dólares, además de que todas las propuestas se desarrollaban con el recurso de la gravedad para el traslado del agua.
Lo que desconoce el común de los mortales es lo que significa sacar desde la cresta de una presa agua destinada al consumo humano, sin emplearla previamente en otras necesidades posibles sin dejar sedientos a los seres vivos.
Veamos tres casos en que se ha empleado ese recurso para emergencias de acueductos.
Dos se hicieron en los regímenes de Balaguer, Valdesia-Santo Domingo y el Acueducto del Cibao Central; la otra es la toma desde la presa de Guayubín para los acueductos de la Línea Noroeste.
En el primer caso, Valdesia-S.D., la primera herejía fue el trasvase, la utilización de las aguas de una cuenca para la satisfacción de las necesidades de otra, porque la naturaleza ha establecido unos equilibrios, que no son intocables, pero que tocarlos es la última de las soluciones contemplables.
Además, que teniendo el recurso agua posibilidades de servirle al hombre para sus propias necesidades, para su agricultura, para su energía y para otras cosas menores, lo racional en su administración es sacar del agua todas las posibilidades de empleo dejando pasar al mar el mínimo de ella, habiendo realizado el máximo de servicios, el primero de los cuales es la energía porque no es contradictorio con ninguno de los otros.
Y, además, porque la contención del flujo por las presas permite, concomitantemente, regularizar los caudales destinados a la agricultura con los que han de satisfacer las necesidades humanas y pecuarias.
¿Qué pasa cuando se toma agua de la cresta de la presa y no después de pasar por las turbinas y producir energía? Pasa otra cosa, además de lo mencionado, que ésta llega a los acueductos y al riego de las tierras bajas con altas presiones y hace en el proceso daños mayores, como erosión de la capa vegetal de la tierra, sobresaturación del suelo y elevación del nivel desde la capa freática, sobre la cual se mueve hasta cañadas, ríos y el mar.
El Nizao, muy destructivo en sus crecidas, fue prácticamente regulado hasta que alguien inventó el tomar sus aguas desde arriba y llevarlas por gravedad hasta Sto. Dgo., porque esas aguas no produjeron energía ni riego antes de llegar a una población que, además, desperdicia la mitad del agua que, potabilizada, se le sirve y no paga, o si lo hace paga menos de lo que cuesta.
Resultados: Se ha mermado la producción energética de Valdesia; los agricultores de la zona han dispuesto de menor cantidad de agua para la producción en muchos casos, y los acueductos de las comunidades han visto reducidos hasta lo perentorio sus caudales destinados al consumo humano.
¡Un desastre ecológico mayor!
El Yaque del Norte, a punto de terminar la regulación mayor de sus aguas con el proyecto de los acueductos de la Línea Noroeste, se tropezó con un contratista sinvergüenza, tan generoso en sus larguezas como en su irresponsabilidad profesional.
Y fluyó el soborno donde la extorsión impera, con el resultado de que empeoró lo que pudo mejorarse por la experiencia de una empresa de más de medio siglo de vida, sobre la cual llegó a esperarse que hubiera un antes y un después en otra cosa que no fuera el latrocinio.
No sólo se mantuvo el nefasto calimete que cuesta cada cierto número de años en valor de energía no producida lo que se paga por toda la obra, sus sobrevaluaciones y sus coimas, sino que la regulación de ese Yaque no es posible más, porque para darle agua al Noroeste es necesario que Tavera no produzca energía, y viceversa.

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