Después de más de treinta años sin vernos, coincidí el pasado diciembre con mi amigo en uno de los pasillos de una plaza comercial.
Tras las salutaciones efusivas, le pregunté por la mujer que lo volvió loco en los años de la década del ochenta.
-Era un hembrón de los que ponían a los hombres a virar el pescuezo para contemplarla-dije, recordando la anatomía generosa en declives de la fémina.
-Seguramente no lo creerás, pero nunca le declaré mi amor, porque me acomplejé ante una muchacha tan hermosa, tan blanca y tan joven, y yo con mi piel medio quemadita, y con unos años más que ella.
Pese al tiempo transcurrido, mi amigo dejaba traslucir en su voz la admiración que profesó a su derriengue.
-¿Has sabido algo de ella últimamente?- pregunté.
-Me enteré hace unos años de que se había ido para Nueva York con un español con quien convivía sin casarse, y que le estaba yendo bien por allá. El hombre hizo fortuna ejerciendo el comercio, y le complace todos los gustos, pero una amiga chismosa que vivía cerca de ella me informó que le dibujaba los cachos.
Tal vez bajo la influencia de la envidia, en la cara de mi interlocutor cruzó una sonrisa maligna cuando mencionó la supuesta infidelidad de la atractiva mujer.
La pasada semana, al responder una llamada telefónica, escuché la voz del enllave, precedida de sonoras carcajadas, que me hicieron separar el auricular de la oreja.
-Mario- gritó en medio de la gozosa manifestación-anoche me invitó una prima del ex hembrón a su casa, y allí me llevé la sorpresa de ver convertido en piltrafa el cuerpazo que admiré.
-¿En qué te basas para usar una expresión tan fea como esa de piltrafa?
-Porque es la que mejor describe su apariencia de hoy. Está flaquísima, la delgadez le ha chupado las carnes de las curvas, los pellejos le cuelgan, y las canillas están llenas de un verde negruzco de celulitis. Andaba con un jovencito, no sé si hijo del español, o de alguno de sus cuernos.
-¿No exageras?
La interrogante brotó por el desagrado que me causó escuchar el tono burlón que acompañó su exposición.
-En lo absoluto, y como prueba, te diré que si me quedara en una habitación con ella y la prima, que es jorobada, casi enana y bizca, desnudos los tres, me quedo con su parienta.
Como reinició el ataque de risa, corté la comunicación.