Los caminos hacia una alternativa

Los caminos hacia una alternativa

Pensar que es posible construir una alternativa política al presente estado de cosas, soslayando o subestimando el hecho de que más del 90% de quienes votan en este país lo hacen e intentan hacerlo sólo por dos partidos: el PRD y el PLD, es no ver esta sociedad como realmente es, sino como quisiéramos que sea. Resulta insoslayable el hecho de que esas dos colectividades ejercen una hegemonía casi absoluta sobre la población, pero la misma se produce en medio de una profunda contradicción entre ambas que, como se demuestra en la presente coyuntura electoral, parece insalvable.

La lucha entre esas dos colectividades por el control del Estado se ha convertido en el centro de las contradicciones políticas en la sociedad dominicana en los últimos 15 años. Pero, en los últimos ocho años una de ellas, el PLD, ha construido un proyecto de dominación político/grupal, que ya es claramente económico, con signos y hechos de querer ser poder absoluto, con pretensión  de continuarlo y fortalecerlo en el próximo cuatrienio.

Ante esa peligrosa perspectiva y ante la inexistencia de una alternativa política con reales posibilidades de enfrentarla, en diversos sectores sociales se ha ido conformando una clara determinación de no ser pasivos en la presente coyuntura, manifestando la necesidad de que de alguna manera se impida la continuidad del actual grupo en el poder. Esa posición la expresan con  una suerte de consigna: “hay que salir de esto y después hablamos”.

Quienes así se pronuncian, evidentemente piensan en el PRD como único recurso, en la presente coyuntura, para cerrarle el paso al absolutismo que se cierne sobre esta sociedad. Lo piensan así, porque a pesar de ser conscientes de que ese partido tiene una altísima cuota de responsabilidad del actual estado de cosas en el país, tienen clara conciencia de lo que significa el poder de un grupo que ha integrado las altas cortes a su medida en la antesala de unas elecciones presidenciales y que ésta es una posibilidad de crear fisuras en la hegemonía arriba mencionada.

Los cuantiosos recursos de que dispone el partido oficial y el hecho de que el candidato opositor tiene como caballo de Troya al presidente de su propio partido, significan un serio peligro para mantener la ventaja que le asignan las encuestas. Eso lo obliga hacer de su candidatura, más que partidaria, necesariamente la candidatura de una suerte de movimiento y de no hacerlo, sus posibilidades se limitarían; de hacerlo, se fortalecería coyunturalmente pero de manera condicionada y al mismo tiempo se debilitarían las posibilidades de su adversario.

Ese escenario constituye una situación de potencial debilitamiento de la hegemonía de ambos partidos, para el uno porque vería limitada sus posibilidades de conservar el poder, y el otro porque para lograrlo tendría que  aceptar un determinado nivel de condicionamiento de parte de sectores extra partidarios con vocación de cambio, no interesados en prebendas. Ante la dispersión y extrema debilidad de los grupos alternativos, ese escenario podría ser una brecha para impulsar la lucha por la construcción de una alternativa en mejores condiciones.

No hay más carta que jugar ni más tiempo que perder. Por el momento.

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